Cartas al director

Medicamentos

Estando en Edimburgo hace 20 años como estudiante de intercambio, tuve que ir al médico porque se me había infectado una herida. El médico me recetó tres dosis diarias de un antibiótico durante ocho días. El farmacéutico me entregó 24 cápsulas de ese antibiótico en un frasco que, por fuera, llevaba mi nombre y el de la medicina.Llevo 20 años deseando escribir esta carta porque cada día que tengo que ir a la farmacia me veo forzada a llevarme a casa, previo pago del porcentaje que me corresponde, muchas más dosis de las que me receta el médico. El Estado paga el resto.

Hace sólo unos mes...

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Estando en Edimburgo hace 20 años como estudiante de intercambio, tuve que ir al médico porque se me había infectado una herida. El médico me recetó tres dosis diarias de un antibiótico durante ocho días. El farmacéutico me entregó 24 cápsulas de ese antibiótico en un frasco que, por fuera, llevaba mi nombre y el de la medicina.Llevo 20 años deseando escribir esta carta porque cada día que tengo que ir a la farmacia me veo forzada a llevarme a casa, previo pago del porcentaje que me corresponde, muchas más dosis de las que me receta el médico. El Estado paga el resto.

Hace sólo unos meses tuve una reacción alérgica y el médico me recetó unas cápsulas, a razón de dos diarias durante tres días, es decir, seis en total. Pero en la farmacia me vendieron un envase con 30, única forma de presentación. Tengo en mi casa restos de tratamientos para muchas enfermedades que caducan a partir del año 2000.

Estoy totalmente de acuerdo con que el gasto farmacéutico a cargo del Estado es excesivo, pero también pienso, como doña Carmen Morante (EL PAÍS, 10 de agosto de 1996), que el ahorro debe empezar un poco más arriba: en la administración de medicamentos ajustada a cada prescripción. No son los laboratorios los que deben decidir, por encima de los médicos, la cantidad de dosis que debemos pagar entre todos para atender nuestras necesidades-

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