El Gobierno británico quiere volver a un sistema escolar más selectivo

La ministra de Educación proyecta autorizar exámenes de admisión en la secundaria

Esencia del alma inglesa, como la cerveza caliente y el cricket, las grammar schools, pueden volver a abrir sus puertas en el Reino Unido 30 años después de la cruzada laborista que las borró del mapa. El Gobierno conservador apuesta por el retorno gradual a una enseñanza selectiva, con exámenes de admisión para los alumnos a una edad tan tierna como los once años, en un documento que presentará oficialmente hoy la responsable de Educación y Trabajo, Gillian Shephard. Una grammar school en cada ciudad pequeña, se ha convertido así en el lema conservador para las próximas eleccion...

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Esencia del alma inglesa, como la cerveza caliente y el cricket, las grammar schools, pueden volver a abrir sus puertas en el Reino Unido 30 años después de la cruzada laborista que las borró del mapa. El Gobierno conservador apuesta por el retorno gradual a una enseñanza selectiva, con exámenes de admisión para los alumnos a una edad tan tierna como los once años, en un documento que presentará oficialmente hoy la responsable de Educación y Trabajo, Gillian Shephard. Una grammar school en cada ciudad pequeña, se ha convertido así en el lema conservador para las próximas elecciones generales. Un lema que cuenta, de momento, con el apoyo de casi la mitad de los padres ingleses, según una encuesta que ha vuelto a encender la mecha del debate sobre selección o igualdad de oportunidades en la sociedad británica.Por debajo de esta polémica subyace la eterna dialéctica de la lucha de clases, que en el Reino Unido ha tenido a lo largo de la historia su mejor representación en las aulas escolares. El pedigree social se mide en este país, dividido en castas más que en clases sociales, en función del currículo. Los partidarios del regreso al viejo sistema de financiar con dinero público una mayor proporción de centros que se reservan el derecho de admisión de alumnos, citan para apoyar sus tesis un curioso dato, el 50% de los directores de las grandes empresas nacionales han estudiado en grammar schools. Desde que se abolieron, dicen, el nivel educativo del país no ha dejado de empeorar, y no es raro encontrar alumnos universitarios incapaces de deletrear las palabras de su propio idioma.

Sin embargo, no todo debió ser tan perfecto en el panorama de las grammar schools cuando, hasta los conservadores, sus principales auspiciadores estuvieron de acuerdo en borrarlas del mapa sin mayores problemas. "La gente rechaza la selección y sería oportuno recordar que la selección desapareció de nuestro sistema educativo casi por completo como resultado del deseo popular y de un acuerdo de todos los partidos políticos", escribía recientemente en The Times el presidente de la Asociación de Directores de Escuelas Secundarias, John Dunford.

En efecto hace treinta años, el responsable de Educación del segundo Gobierno presidido por el Laborista Harold Wilson, Anthony Crosland, anunció con la terminología de un camionero su determinación de acabar con las grammar schools, a las que calificó de "jodidas escuelas". Las grammar schools habían constituido desde finales del siglo XIX algo así como la espina dorsal del sistema educativo británico, o, con más precisión, el inglés, porque Escocia se rige por sus propias normas. La selectividad era el eje de este sistema de la enseñanza secundaria diseñado a imagen y semejanza de las grandes escuelas privadas, modelo Eton o Rugby.

Las clases medias

Los delirios de grandeza de las nacientes clases medias de finales del siglo pasado y principios del actual se vieron satisfechos con estos centros selectivos, donde no podía entrar cualquiera y en los que se impartían clases de Latín y Griego, enseñanzas musicales y artísticas en perfecta sintonía con la línea seguida por los centros más escogidos. Financiadas por el Estado desde 1944 cuando se aprobó la legislación correspondiente para proveer de educación gratuita a los ciudadanos británicos, las grammar schools disponían de una mayoría de plazas de pago y un porcentaje más bajo, variable según los centros, de plazas disponibles para los aspirantes pobres que superaran él examen conocido popularmente como "11-plus". Era mucho más sencillo superar ese test para los hijos de las clases medias que para los de la clase obrera, de ahí que la composición del alumnado en estos colegios estuviera escorada hacia el primer sector.

Sin embargo, fueron las propias clases medias las más críticas con un sistema destinado a exaltar las aptitudes de los más brillantes en detrimento de los menos aptos, dejando un poso de amargura imperecedero en los niños que fracasaban en el examen. Quizás por ello la batalla de Crosland contra estas escuelas fue sumamente efectiva. En apenas cinco años, un tercio de los alumnos de escuelas secundarias estaban ya en centros estatales no selectivos, las denominadas escuelas modernas generales.

Lo malo es que el cambio de sistema no ha resuelto los problemas. Más del 90% de los chavales entre los 11 y los 16 años, estudian en Inglaterra y Gales en escuelas herederas de estas denominadas escuelas modernas, las nuevas comprehensive, o generales, pero en las grandes ciudades como Londres, la mayoría de estos inmensos centros, con una media de mil alumnos, se han mostrado ingobernables e incapaces de satisfacer las necesidades de un sector de la sociedad que se siente cada vez más marginado de los centros de poder.

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