Reportaje:

Estudiantes extranjeros examinan la ciudad

Impresiones sobre Madrid de 10 alumnos becados de cuatro continentes

H. REGENITER / A. CARTALas calles de Madrid ofrecen, sobre todo las de la zona centro, el rostro multiétnico de una metrópoli de fin de siglo. Los más variados idiomas se pueden escuchar en sus esquinas, en sus bares, en los miles de recitales de todo tipo de músicas que se celebran al año, en los cientos de exposiciones que jalonan sus salas. En la capital residen muchos jóvenes extranjeros que, tras obtener una beca, la han elegido como sede para ampliar sus conocimientos.

EL PAÍS ha hablado con 10 de estos estudiantes, la mayoría llegados de la cercana Europa, pero también de América...

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H. REGENITER / A. CARTALas calles de Madrid ofrecen, sobre todo las de la zona centro, el rostro multiétnico de una metrópoli de fin de siglo. Los más variados idiomas se pueden escuchar en sus esquinas, en sus bares, en los miles de recitales de todo tipo de músicas que se celebran al año, en los cientos de exposiciones que jalonan sus salas. En la capital residen muchos jóvenes extranjeros que, tras obtener una beca, la han elegido como sede para ampliar sus conocimientos.

EL PAÍS ha hablado con 10 de estos estudiantes, la mayoría llegados de la cercana Europa, pero también de América, Asia y África. A todos les atrae la rica vida cultural de Madrid y la animación de sus noches interminables, aunque se quejan de su ruido, de la contaminación y de la burocracia que les obliga a hacer colas hasta para el más pequeño documento. Casi todos juzgan afables y abiertos, aunque superficiales, a los habitantes de la capital. Y a pesar de la leyenda negra, ninguno se ha quejado de haber padecido algún timo por ser guiri. Noruega. Anne Wallem Aasdal, de 23 años, procede de Bergen, donde ha estudiado filología hispánica e historia de las religiones. "He elegido esta capital porque quería conocer la vida en una gran ciudad". Comparte piso con dos chicas francesas "en un barrio pijo". Admite que la mayoría de sus amigos son extranjeros: "Resultaba mucho más sencillo relacionamos entre gente de otros países". A Anne le encanta la rica vida cultural de Madrid: "Hay de todo". Para ella, en Madrid gran parte de la vida cotidiana tiene lugar en la calle, mientras que los noruegos cultivan más la vida del hogar, pero Ias amistades son muchas veces bastante superficiales". Para aprender "algo típico", Anne ha tomado clases de sevillanas y ahora se sentiría capaz de meterse de lleno en una feria andaluza. Lo que menos le ha gustado ha sido el tráfico, la contaminación y la "eterna burocracia". "Siempre hay que hacer cola para todo. Y a veces tengo la impresión de que disfrutan cuando te hacen venir otra vez con tal o cual papel

Grecia. Xaris Papageoriou, ateniense de 30 años, acaba de conseguir el diploma de Estudios Hispánicos de la Universidad Complutense. Eligió Madrid para estudiar porque ya conocía otras zonas de España y tenía curiosidad por la vida en la capital, especialmente interesante por la mezcla cultural y sus contrastes". Ya tenía piso antes de llegar: unas amigas españolas le habían buscado casa cerca de la plaza del Dos de Mayo. "Estoy en pleno centro de Madrid sin darme cuenta del estrés". Para Xaris, no ha sido ningún problema integrarse. Desde el primer momento se sentía como en casa. En cuanto a la vida nocturna, Xaris confirma la fama de Madrid como "ciudad que nunca duerme". En este aspecto le recuerda Atenas. Las costumbres cotidianas le son bastante familiares. Al tener una rica vida de barrio, Madrid no es para él una ciudad anónima. Xaris, que se quedará a vivir un año más aquí, concluye: "Para ser perfecta, le falta el mar".

Francia. Patricia Coqueron, de 25 años, ha estudiado químicas en la Universidad de Toulousse y termina su carrera en Madrid. Madrid le atrajo por estar en el centro de la Península y rodeada de montañas, Encontró compañero de piso en un anuncio de la Complutense y juntos buscaron la casa, que encontraron en Moratalaz. "Está un poco lejos, pero en verano me encanta estar sentada en nuestro balcón" cuenta Patricia. Aquí ha tomado gusto a ver exposiciones de arte, obras de teatro y, sobre todo escuchar a los cantautores. Dice, Patricia que en el día español todo, está retrasado dos horas en comparación con el francés. "Además, es más fácil que la gente te hable en la calle. A primera vista parecen más abiertos, pero en el fondo son más bien superficiales".

Alemania. Sonja Kaerger, de 23 años, ha estudiado historia del arte en Maguncia. Podía elegir entre Pamplona y Madrid, y se decidió por la capital porque le parecía más atractiva por su vida cultural. "No es dificil encontrar un piso, pero sí uno bueno", opina, Sonja. Vio el anuncio de su casa en una estación de autobuses, llamó y se instaló en Malasaña con dos chicas españolas. A través de sus compañeras ha entrado en contacto con más gente española y se siente completamente integrada. Disfruta mucho del ambiente del barrio. Allí no tiene la impresión de vivir en una gran ciudad: "Es tranquilo y todo el mundo se conoce". A Sonja no le gusta que su rubio aspecto llame la atención: "Al principio no iba mucho a discotecas porque todo el mundo me reconoce como extranjera y no me gustaba mucho cómo se metían a ligar", dice. Pero ahora ya se ha acostumbrado. Considera que la vida aquí es mucho más ruidosa que en Alemania; también le llama la atención que hay menos distancia corporal entre la gente a la hora de hablar. Aprovecha su estancia para cumplir un sueño: toma clases de baile flamenco. No le gusta que limpien las calles con agua potable ni el eterno "¡Guapa!" que le gritan cuando sale con minifalda.

Austria. Stephan Hirsch, 15 años, estudia químicas en la Complutense. El cosmopolitismo madrileño marcó la diferencia para que eligiera esta ciudad para aprender español. Para recorrer Madrid no ha llevado en las manos ni un libro ni una guía turística. Se ha movido solo por las calles siguiendo el ruido de la gente, de la vida en una ciudad que nunca descansa, "ni de noche ni los domingos". "Pasé mi primera época en el guetto Erasmus. Seguramente un paraíso feliz. Pero el Pabellón de Gobierno de la Complutense, a través del que busqué mi casa, se olvida que compartir un piso con españoles es fundamental para relacionarse con la sociedad y la cultura del país". Define Madrid como "enrollada y cachonda". Aunque el ruido y el desorden protagonizan la vida cotidiana, aprecia la manera caótica con la que los madrileños se relacionan con su propio espacio, aunque piensa que han perdido un poco el contacto con sus tradiciones.

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Chile. Casi monacal es la vida que lleva Lorena Donoso Abarca, quien, a sus 28 años, ha elegido cursar aquí un master en Informática y Derecho por ser en su propia lengua. "El tiempo de la movida ya lo he disfrutado; aquí, en Madrid, mi universidad me paga para estudiar", asegura Lorena. "La vida en la capital es aún más cara que en mí país, pero merece la pena". Para Lorena significa un montón de amigos españoles con los que viajar, y museos, cine, teatro para llenar las horas libres. "En cuanto a relaciones personales, la ciudad es aislante y anónima. Será por el espacio, pero Madrid impide comunicarse a la gente. El madrileño, además, es más triste, está más solo y frustrado de lo que parece. Necesitaría llevar un poco de la vida de provincia, más tranquila".

Estados Unidos. Heather Muller, de 21 años, llegó a Madrid el pasado septiembre gracias a un Convenio entre la universidad de su país y la Complutense, donde estudia Literatura Española. Después de nueve meses, todavía se siente extranjera. "Será por mi aspecto y por el acento, pero nunca puedo confundirme en la masa". Heather intentó, sin éxito, una forma distinta de integrarse. "Me apunté para hacer voluntariado, pero nunca me llamaron". El ritmo de vida que Heather lleva aquí es mucho más relajante de la que lleva en EE UU. "Voy de marcha de vez en cuando; me gusta más vivir la parte artística, cultural e histórica". Heather hace toda su vida en el centro. "Aquí encuentro todo lo que necesito".

Marruecos. Del cercano Magreb llega Hassan Atrari. Estudiante de 26 años, Hassan está terminando su tesis doctoral en literatura española contemporánea. Admite que en nueve meses que lleva aquí se ha relacionado sobre todo con extranjeros. "Comparto los mismos problemas con los otros extranjeros", explica. La oferta cultural le parece muy "americanizada". Como árabe se da cuenta que la vida madrileña lleva rasgos orientales, pero en la profundidad del tejido social. Por eso, antes que relacionarse con la gente, prefiere descubrirla a través de sus costumbres, de sus tradiciones. Le gusta el rostro multiétnico de Madrid, poblada, dice él, de "marchosos y chulos". "¿Una cosa que odio? La gente borracha que sale por la calle".

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