Reportaje:VA DE RETRO

Los condones del pequeño noble

La reina de Inglaterra concede la Orden del

Imperio Británico a dos niñeras madrileñas La madrileña Remedios Rivera, de 70 años, vio por primera vez un preservativo fluorescente a mediados de los años sesenta. Ocurrió gracias a un hijo de una de las más importantes casas de la nobleza española, a quien conoció en el prestigioso Colegio Británico. El joven ilustre, entonces un crío, estudiaba allí, y Remedios era la limpiadora y encargada de cuidar a los niños casi desde que se inauguró la escuela, en 1940. De una personalidad arrolladora, la veterana señora Remedios -que no sabe leer ni escribir, pero presume de distinguir el inglés...

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Imperio Británico a dos niñeras madrileñas La madrileña Remedios Rivera, de 70 años, vio por primera vez un preservativo fluorescente a mediados de los años sesenta. Ocurrió gracias a un hijo de una de las más importantes casas de la nobleza española, a quien conoció en el prestigioso Colegio Británico. El joven ilustre, entonces un crío, estudiaba allí, y Remedios era la limpiadora y encargada de cuidar a los niños casi desde que se inauguró la escuela, en 1940. De una personalidad arrolladora, la veterana señora Remedios -que no sabe leer ni escribir, pero presume de distinguir el inglés británico del americano- se embala contando anécdotas de los pequeños a quienes tantos mocos quitó y que ahora ocupan altos cargos en algunos países del mundo. Al pequeño noble, de tantas trastadas que le hizo, le tiene un cariño especial.

"Era malísimo", dice riéndose. "Le gustaba subirse a una escalera y mearse encima del portero, y cada vez que pasaba a mi lado tenía la manía de pellizcarme. Una vez le pillé en el váter con una chica. Cuando salieron, me encontré un condón amarillo. Me prometió que no había hecho nada, sólo se lo había enseñado a la chica. Le propuse que a cambio de no decirle nada a la directora me tenía que traer de Londres una caja de condones de todos los colores. ¡Vaya que si me la trajo! De color verde, y hasta coloraos. Su hermano mayor era más tímido. Me decía: 'Remedios, levántale la falda a esa niña para verle las bragas', y yo le contestaba: 'Levántaselas tú'. Pero no se atrevía".

Ella y su compañera Manolita Aedo, de 71 años y con una historia similar, han recibido hace pocos días el título de miembro honorario de la Orden del Imperio Británico, que les ha concedido la reina Isabel II de Inglaterra como agradecimiento por los más de cincuenta años que han dedicado al colegio. Es el mismo título que en su tiempo recibieron los Beatles o el millonario John Paul Getty II.

La reina ofreció a las cuidadoras ir al palacio de Buckingham para darles personalmente la medalla, pero ellas rechazaron la invitación. Han preferido que el homenaje tuviera lugar en el colegio -ubicado ahora en Somosaguas- para estar acompañadas de los niños y profesores con los que han compartido tantas horas de su vida. Hace poco menos de un mes, el embajador inglés les hizo entrega del título.

Manolita es también madrileña y mucho más retraída que Remedios, quien no se corta un pelo ni siquiera delante del gerente, José Luis Caballero, al que también cuidó de pequeño. Ella habla por las dos. Fue su madre, la primera cocinera de esta institución, quien metió allí a su hija. Remedios tenía 12 años y se quedó hasta que se jubiló el pasado año. En este medio siglo, las cuidadoras condecoradas han sido para los niños como una segunda madre. Les han consolado, curado y defendido a capa y espada. Hasta cuando les suspendían iban a pedir explicaciones a los profesores. Los escolares no olvidarán nunca la medicina inglesa con la que estas niñeras les curaban cuando se ponían enfermos. Los padres nunca supieron que el mágico jarabe que sus hijos les pedían era agua con azúcar.

Por sus regazos han pasado los Romanones, los Martínez de Irujo, los Urquijo, las Koplovitz, las hijas de Adolfo Suárez, de Isabel Preysler y hasta el mismo Hassan de Marruecos, quien tampoco se quedaba manco a la hora de hacer travesuras. "Vivía con Franco en El Pardo y le traían al Británico. Todavía estábamos en la calle de Méndez Núñez. Éste sí que era un trasto. Colgaba de las paredes unos cuadros de reyes españoles y con un tirachinas les apuntaba a la cara. Los dejó a todos tuertos. Hassan sí que se ha pasado horas debajo del piano". Se refiere Remedios a uno de los refinados castigos ingleses, y que consistía en meter a las criaturas bajo el piano mientras el director de turno aporreaba las teclas para que el ruido retumbara en sus oídos.

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Entre sus preferidas está también la actual ministra de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, que llegó al Británico con cuatro años. "Era muy modosita y, sobre todo, muy lista. Ya desde pequeña se veía que podía llegar lejos". El periódico Financial Times recordó, con motivo del nombramiento de Aguirre el pasado mes de mayo, que ésta había estudiado en el Británico.

A los periodistas, apostados permanentemente en la puerta del colegio, ha tenido con frecuencia que pararles los pies. "Jamás les he dejado pasar. No hace mucho una reportera de televisión llegó a ofrecerme dinero por dejarla entrar y fotografiar a las hijas de Isabel Preysler. Le dije que le iba a dar una buena patada y la mandé a hacer puñetas a la calle".

Miss Weston o miss Eccles, dos de las directoras inglesas que han pasado por el Británico, tampoco pudieron hacer sombra a Remedios. "Eran como de película, muy severas y de andar muy tieso, pero yo no me callaba. Un día miss EccIes me dijo que no podía aceptar regalos de los padres. Le respondí que cuando ella, que ganaba más que yo, dejara de cogerlos, seguiría su ejemplo... ¡No te fastidia!". "Es que los ingleses son muy especiales", advierte Remedios. "Hasta el papel higiénico lo traían de Inglaterra. Los rollos llevaban en relieve la corona inglsa, y cuando te limpiabas se te colaban los dedos a través de la dichosa corona".

"Al principio no parecía gustarles lo español", añade, "pero luego probaban la paella y la tortilla y se olvidaban de lo suyo. Y casi todas las inglesas que han pasado por aquí se han casado con españoles", concluye.

Fue el profesor inglés Walter Starkie -"poeta, músico y amigo de los gitanos"- quien fundó el colegio Británico de Madrid al inicio de la Segunda Guerra Mundial, a instancias del British Council, un organismo autónomo relacionado con el Foreign Office que opera en 109 países. Esta escuela es la única que el Council abrió en todo el mundo y nadie sabe exacta mente por qué se eligió Madrid como sede. "Hay quien dice que fue un nido de es pías, pero no se puede confirmar", explica el gerente, José Luis Caballero. "Era una isla liberal en medio de la terrible dictadura. Durante la guerra europea, la gente venía aquí a informarse sobre los aliados, porque los que los periódicos españoles sólo hablaban de Hitler. Hasta 1970, el Ministerio de Educación no nos reconoció oficialmente".

"En los cuarenta había una represión tremenda contra nosotros por lo de la guerra", apunta finalmente Remedios. "En Méndez Núñez, mi madre y yo pasábamos mucho miedo porque los falangistas apedreaban los cristales y no podíamos acercamos a las ventanas. A los Starkie les rompieron el coche. Más tarde nos dejaron tranquilos, pero había cosas que no entendían, como que niños y niñas estuvieran juntos en la misma clase. Cuando llegaba un inspector, corríamos a separar unos de otros para que no nos montaran un escándalo".

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