Una maravilla de herencia

Un sabio de 83 años toma cualquier papel que incordie la mesa de un estudio de arquitectura y crea una obra, póstuma por fuerza del inexorable destino de la vida, en la que vivirán las horas escolares los pequeños del colegio Nuestra Señora de las Maravillas. Alejandro de la Sota (Pontevedra, 1913) murió en febrero pasado pocas horas después de haber numerado una serie de folios garabateados y dado su visto bueno a la culminación de su criatura más querida, como si hubiese presentido su propio final. El pleno municipal dio ayer su visto bueno a la ampliación de su obra maestra.El arq...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Un sabio de 83 años toma cualquier papel que incordie la mesa de un estudio de arquitectura y crea una obra, póstuma por fuerza del inexorable destino de la vida, en la que vivirán las horas escolares los pequeños del colegio Nuestra Señora de las Maravillas. Alejandro de la Sota (Pontevedra, 1913) murió en febrero pasado pocas horas después de haber numerado una serie de folios garabateados y dado su visto bueno a la culminación de su criatura más querida, como si hubiese presentido su propio final. El pleno municipal dio ayer su visto bueno a la ampliación de su obra maestra.El arquitecto había recibido en 1962 el encargo de construir un gimnasio y le salió una obra maestra a decir de los profesionales del gremio. Genio, sabio, extraordinaria mente: quienes han heredado. la responsabilidad de culminar su proyecto, Gonzalo Polo y Fernando Meléndez, no ahorran adjetivos en su apología del maestro. El director del colegio, Alejandro Pérez-Ochoa, añade notas de extraordinaria honradez y amistad sincera al dibujo.

Más información

Descripción de la maravilla del colegio: "Un sótano que se convierte en un espacio de luz matizada, preciosa, con una calidez impresionante", dicen los dos arquitectos. De la Sota sentía debilidad por una de las pocas huellas que dejó en Madrid (junto con el colegio mayor César Carlos y el centro de cálculo de la Caja Postal). Pocos meses antes de su muerte se retó a bajar las inclinadísimas gradas de su gimnasio como para probar al mundo que su diseño de escaleras (con quitamiedos y en zig zag) resistía sin peligro las proezas de un anciano.

Los últimos tres años se en cargó de la restauración mimosa del gimnasio y recibió el encargo de ampliar el colegio. En principio pensé dar un aire completa mente distinto a la parte d e fachada que da a la calle de Joaquín Costa y continúa la del gimnasio, pero finalmente se decantó por repetir los elementos esenciales de éste: cuerpos que sobresalen de la línea de fachada, tragaluces inclinados que hacen viajar la luz hasta el último centímetro. "Si el gimnasio representa el culto al cuerpo, esta parte él la concebía como el de la rnente", explican. De la Sota pensaba en aulas de música y ballet. En la zona de ampliación se instalará una biblioteca en dos alturas y aulas para los más pequeños del Maravillas.

Meléndez y Polo describen a De la Sota como un arquitecto de pensamiento más que de dibujo. "Dibujaba poquísimo; lo primordial en cada proyecto para él era resolver un problema concreto, luego todo se articulaba en función de la idea a la que había dado vueltas durante un mes". Ponen como ejemplo su proyecto para la sede de los juzgados en Zaragoza, en el que buscó entradas independientes para jueces, testigos y detenidos.

Ni los temblores a que le castigó la enfermedad de Parkinson ni la silla de ruedas que necesitaba restaron vigor a sus ideas. "Lo más menos posible" era el axioma heredado de Mies van der Rohe que aplicaba a su modo arquitectónico. Una máxima simplicidad que no quitó ni una gota de originalidad a sus edificios. Para el gimnasio del Maravillas ideó un sistema de ventilación natural con sólo abrir unas rejillas en la parte inferior del muro exterior y en la superior del que da a los patios. Polo y Meléndez remedarán el aire acondicionado natural en la ampliación que De la Sota dejó en proyecto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Hasta las cuatro y media de la tarde del día de su fallecimiento discutió con sus colaboradores los detalles de la ampliación del Maravillas. Un par de horas después llamó a Gonzalo Polo. "¿A qué escala va el proyecto?". Una pregunta intrascendente que extrañó a su colaborador. "A 1:100. Mañana paso a buscarte", zanjó su seguidor. Poco después su mujer le dejó solo en la cama donde descansaba para atender el teléfono. Cuando volvió a la habitación el sabio gallego vivía ya en un cielo corintio que guarda un tal Calímaco desde hace más de dos milenios.

Archivado En