Moncloa veta una terna de Matutes para subsecretario de Exteriores

El ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, sigue encontrando obstáculos en el núcleo del Gobierno para completar la estructura y el organigrama del departamento. Tras el forcejeo con el vicepresidente Francisco Álvarez Cascos para el nombramiento del secretario de Estado para las Relaciones con la Unión Europea (UE), del que logró sacar adelante a su candidato, Ramón de Miguel, afronta ahora uno nuevo, según fuentes de Exteriores: la designación del subsecretario. El retorno al ministerio de altos funcionarios en las instituciones comunitarias replantea la necesidad de mantener la cuota ...

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El ministro de Asuntos Exteriores, Abel Matutes, sigue encontrando obstáculos en el núcleo del Gobierno para completar la estructura y el organigrama del departamento. Tras el forcejeo con el vicepresidente Francisco Álvarez Cascos para el nombramiento del secretario de Estado para las Relaciones con la Unión Europea (UE), del que logró sacar adelante a su candidato, Ramón de Miguel, afronta ahora uno nuevo, según fuentes de Exteriores: la designación del subsecretario. El retorno al ministerio de altos funcionarios en las instituciones comunitarias replantea la necesidad de mantener la cuota de españoles en Bruselas.

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La terna seleccionada por Matutes para cubrir la subsecretaría ha sido arrumbada en La Moncloa. Estaba compuesta por tres profesionales de acusado perfil profesional, sin activismo político: los diplomáticos Carlos Cadernera; José de Carvajal, quien ha desempeñado la dirección general de Seguridad y Desarme, y Javier Conde, que ostentaba la secretaría general de la Secretaría de Estado para la UE.A los tres se les clasifica como ideológicamente conservadores, pero eso no ha bastado. El de subsecretario es un puesto clave para el control de la carrera: de él dependen, entre otras, las cuestiones organizativas y, sobre todo, de personal.

El ministro está examinando ahora otras posibilidades. Entre ellas, la de Francisco Fernández Fábregas, alto funcioriario, con rango de director general, en la Secretaría del Consejo de Ministros de la UE y que prestó servicios en la Comisión. Su eventual salida de Bruselas seguramente no afectaría a la cuota de funcionarios españoles en las instituciones comunitarias, una de las prioridades del nuevo inquilino del palacio de Santa Cruz y, asimismo, uno de los pocos problemas históricamente mal resueltos en las relaciones de España con la UE. En efecto, el proceso decisorio para la sustitución de un alto funcionario comunitario depende, en el Consejo, de los representantes de los Gobiernos de los Quince, que tienen perfectamente acotadas las respectivas cuotas nacionales y gozan de bastante libertad para decidir.

No sucede así en el caso de la Comisión, en la que la competencia es de los propios comisarios -el sectorial y el de presupuestos, el duro fajador finlandés Erkki Liikannen-, aunque los Gobiernos ejercen influencia. Además, el concurso interno constituye en el Ejecutivo comunitario un paso previo a un eventual concurso externo. El relevo de De Miguel como director general de la Energía es importante en clave española: esta dirección maneja un presupuesto anual de 700 millones de ecus, unos 112.000 millones de pesetas, cifra superior a aquélla de la que disponen bastantes ministerios.

Siempre puede saltar la liebre, pero teóricamente no deberían producirse sustos: en la última reorganización de los altos cargos del Ejecutivo del pasado 8 de marzo, se confió a funcionarios comunitarios españoles dicha dirección general, así como se confirmó la de Política Regional, que ostenta Eneko Landáburu. En la minuta del procedimiento, el llamado procès verbal, consta que el puesto es de bandera española.

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Matutes ha aprovechado su estancia en Bruselas para reconfirmar este compromiso con el comisario de Energía, Christos Papoutsis, y para sugerirle el nombre de Pablo Benavides, hoy director para Europa del Este en la Comisión, como sucesor de De Miguel.

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