Editorial:

Entrega pendiente

SI NO surge ningún imprevisto, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, de 46 años, uno de los máximos dirigentes de ETA en la década de los ochenta, será entregado a España tras cumplir el próximo día 4 de mayo la condena que le fue impuesta en Francia en 1990 por un delito de asociación de malhechores. Será el primero del grupo de nueve dirigentes históricos de la organización terrorista que previsiblemente serán puestos a disposición de la justicia española a lo largo de este año, según el compromiso contraído por el presidente francés, Jacques Chirac, con Felipe Gonzále...

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SI NO surge ningún imprevisto, José Antonio Urrutikoetxea Bengoetxea, Josu Ternera, de 46 años, uno de los máximos dirigentes de ETA en la década de los ochenta, será entregado a España tras cumplir el próximo día 4 de mayo la condena que le fue impuesta en Francia en 1990 por un delito de asociación de malhechores. Será el primero del grupo de nueve dirigentes históricos de la organización terrorista que previsiblemente serán puestos a disposición de la justicia española a lo largo de este año, según el compromiso contraído por el presidente francés, Jacques Chirac, con Felipe González en la reciente cumbre europea de Turín (Italia). La entrega de Josu Ternera, un activista con una larga dedicación a la causa terrorista (ya participó en el atentado contra Carrero Blanco en diciembre de 1973), es perfectamente congruente con la colaboración que dos Estados democráticos como Francia y España se deben en la lucha antiterrorista.Pero tal colaboración sería frustrante de no dar paso a una efectiva exigencia de responsabilidades. En el caso de Josu Ternera aún no se ha desechado por completo la inquietud de que no se le puedan exigir al menos algunas de las que ha acumulado a lo largo de su trayectoria terrorista. Al no ser entregado en virtud de una petición de extradición judicial, sino por decisión administrativa, este destacado responsable de ETA -llegó a ser su número uno en alguna de sus etapas más sangrientas- podría quedar en libertad si la justicia española no presenta cargos contra él.

Esto no tiene por qué suceder. Desde hace años duerme en los archivos de la Audiencia Nacional un sumario por asociación ilícita contra este dirigente de ETA que puede ser reactivado. Con los códigos en la mano, es altamente improbable que se produzca la indignante situación de ver en libertad de inmediato a este individuo. El delito de pertenencia a banda armada, y más si se trata de un dirigente, reúne todos los requisitos legales exigibles para la prisión preventiva. A la pena de hasta 12 años de prisión mayor establecida para tal delito se añaden en este caso los antecedentes del personaje, el riesgo cierto de huida y la indudable alarma social provocada por su actividad terrorista. Esa alarma alcanzaría cotas inimaginables si la entrega de Josu Ternera a España lo llevara directamente a pasearse por las calles de su pueblo o a integrarse nuevamente en la clandestinidad del terrorismo etarra.

La ley española no puede ser, ni es, más benigna que la francesa para el mismo supuesto. Cuando Josu Ternera fue detenido en Francia en 1989 y acusado de asociación de malhechores -un delito equivalente al de pertenencia a banda armada en España-, la justicia lo mantuvo en prisión provisional en espera del juicio que concluyó con su condena. Nadie podría acusar a la justicia española si, de acuerdo con la ley, actúa como la francesa en un supuesto delictivo equivalente.

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Toda otra posibilidad resultaría escandalosa. La sociedad española y vasca, acosada por el terrorismo de ETA, no puede olvidar que, además de los hechos delictivos concretos que puedan imputársele, Josu Ternera representa la línea más dura de la banda terrorista y es considerado un pionero de la estrategia del coche bomba, uno de cuyos primeros logros fue el atentado de Hipercor en 1987.

Defendió la necesidad de- atentar contra la Ertzaintza y fue el principal diseñador del comando itinerante, encabezado por el francés Henri Parot, que sembró durante años la muerte y la desolación en muchos lugares de España antes de que la policía lograra desarticularlo y detener a sus integrantes cerca de Sevilla. Josu Ternera debe estar pronto en una cárcel española. Y le deben seguir sus cómplices para que respondan todos ante la justicia de los crímenes cometidos por la banda que lideran.

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