Editorial:

Referéndum sobre la paz

SIMÓN PERES, deseoso de tranquilizar a una opinión pública israelí que no termina de ver claro el objetivo final del proceso de paz con los palestinos, y que incluso cree que sus fases iniciales no le han aportado ninguna ventaja sustancial, anunció ayer que someterá a referéndum el acuerdo final entre el Estado hebreo y la Autoridad Nacional Palestina en caso de ganar las elecciones legislativas del próximo mayo. El anuncio comporta un elemento positivo: el primer ministro laborista está decidido a seguir adelante con el proceso de paz y quiere que su culminación tenga el refuerzo de legitimi...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

SIMÓN PERES, deseoso de tranquilizar a una opinión pública israelí que no termina de ver claro el objetivo final del proceso de paz con los palestinos, y que incluso cree que sus fases iniciales no le han aportado ninguna ventaja sustancial, anunció ayer que someterá a referéndum el acuerdo final entre el Estado hebreo y la Autoridad Nacional Palestina en caso de ganar las elecciones legislativas del próximo mayo. El anuncio comporta un elemento positivo: el primer ministro laborista está decidido a seguir adelante con el proceso de paz y quiere que su culminación tenga el refuerzo de legitimidad que le daría la mayoritaria aprobación de los israelíes. Pero, como todas las consultas de este tipo, ese referéndum comportará también riesgos muy altos.Para empezar, como subrayaron ayer los portavoces de Arafat, la celebración del referéndum supondrá un escollo al proceso de paz que no estaba previsto por ninguna de las partes implicadas: israelíes, palestinos y mediadores internacionales. Además, cabe la posibilidad de que la respuesta del electorado sea negativa, con lo que se crearía en Oriente Próximo una situación explosiva.

Más información

Pero hay que situar el anuncio de Peres en su contexto. Para el primer ministro, lo más urgente es ganar las legislativas de mayo, un objetivo que la última oleada de atentados de Hamás ha puesto seriamente en cuestión. Ante la creciente fuerza del derechista Likud de Benjamin Netanyahu, Peres se ha visto obligado a realizar una promesa que algunos no dudarán en calificar de electoralista: sea cual sea su voto en mayo, los israelíes pueden estar tranquilos, puesto que, si resultan vencedores, los laboristas no tomarán decisiones de envergadura sin someterlas a consulta popular. Esto significa en la práctica que al referéndum oficioso sobre el proceso de paz en que ya se han convertido las legislativas dé mayo -votar laborista significa aprobar la continuidad del proceso, votar Likud supone congelarlo-, se añadirá posteriormente una segunda consulta explícita. Cabe recordar que, conforme a lo establecido en los acuerdos firmados por el asesinado Rabin con Arafat, israelíes y palestinos deberían Comenzar el próximo mes sus negociaciones sobre el estatuto definitivo de Gaza y Cisjordania, el futuro de las colonias judías instaladas en ambos territorios y, lo que todavía es más importante, el porvenir de Jerusalén, una ciudad que Israel considera en su conjunto como su capital y donde, al menos en una parte, los palestinos aspiran a instalar también la suya. El Likud está haciendo campaña asegurando que Peres pretende entregar a Arafat la totalidad de Cisjordania -que, para los colonos y los israelíes religiosos, constituye la sagrada tierra de Judea y Samaria- y parte de Jerusalén. Peres replica afirmando que no ha tomado ninguna decisión respecto a lo primero, y que, en lo relativo a la Ciudad Santa, mantiene la postura oficial israelí de que no hay nada que concederles a los palestinos. Pero su discurso suena poco convincente a los oídos de muchos de sus compatriotas. La decisión de Peres de celebrar el referéndum sobre el acuerdo final con los palestinos -que se añadiría al ya prometido por Rabin acerca del porvenir del Golán arrebatado a Siria- podría tener tintes gaullistas si, como el general francés en relación a Argelia, el líder laborista estuviera plenamente convencido del carácter ineluidible del nacimiento de un Estado palestino independiente. Pero no es así. Peres también dijo ayer que sigue sin aceptar la idea de un Estado palestino en los territorios ya abandonados por el Ejército israelí o por abandonar en el futuro. Como alternativa, volvió a defender la idea de una confederación jordano-palestina. Vuelve así a comprobarse que los atentados suicidas de Hamás han conseguido parcialmente su objetivo de dificultar y embarullar aún más la siempre compleja situación en Oriente Próximo.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Archivado En