Los nuevos cristales del palacio impedirán que las radiaciones dañinas afecten a los óleos

El Palacio de Cristal, la joya del parque del Retiro, está siendo sometido a una laboriosa operación de cirugía que intenta devolverle su esplendor pasado. Hace un siglo era la joya del parque. Hoy, el brillo en el que fue ideado por el orientalista Ricardo Velázquez permanece eclipsado. En el futuro, el Ministerio de Cultura quiere convertirlo en Centro Nacional de Exposiciones. Técnicos y operarios intentan, con tesón, recuperar su antigua belleza en un último intento por restaurarlo. Las obras durarán un año y medio y costarán 270 millones de pesetas.

Un esqueleto. Grácil y elegante ...

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El Palacio de Cristal, la joya del parque del Retiro, está siendo sometido a una laboriosa operación de cirugía que intenta devolverle su esplendor pasado. Hace un siglo era la joya del parque. Hoy, el brillo en el que fue ideado por el orientalista Ricardo Velázquez permanece eclipsado. En el futuro, el Ministerio de Cultura quiere convertirlo en Centro Nacional de Exposiciones. Técnicos y operarios intentan, con tesón, recuperar su antigua belleza en un último intento por restaurarlo. Las obras durarán un año y medio y costarán 270 millones de pesetas.

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Un esqueleto. Grácil y elegante aún. Pero esqueleto al cabo. Descarnado de su transparencia cálida, sin cristales. Ceñido a su podrida osamenta de hierro. Abandonado por el público. Solitario. En eso ha queda do convertido el Palacio de Cristal del Retiro de Madrid. El palacio es hoy sólo la sombra de lo que fue. El desafío de sus restauradores, el Ministerio de Cultura y la constructora Agromán, es muy comprometido. El estado en el que se encuentra el edificio así lo indica.Lustros de impotencia del Ministerio de Educación, litigios del Ayuntamiento de Madrid y el Estado en tomo a su propiedad, más la tardanza del Ministerio de Cultura, han colocado al borde de la muerte este fragmento singular de la arquitectura. madrileña: sus cimientos de hierro se encuentran casi mineralizados, el proceso fue detectado en 1990; los muros han quedado anegados en la humedad: puede verse su huella oscura en las paredes; la estructura languideció durante años casi desprovista de cristales, como si hubiera sufrido el apedreamiento incesante de una legión de zagales.

Ahora, todo el edificio se halla en fase de desmontaje. Más vale tarde que nunca. Una cerca de cinz acanalado, instalada dos meses atrás, anuncia la última restauración. Grandes cartelones informan de que el Ministerio de Cultura realiza la reparación, acometida en menor escala en cuatro ocasiones anteriores durante las dos últimas décadas.

Proyecto de rehabilitación

La rehabilitación es la más ambiciosa de cuantas se han emprendido. El proyecto, elaborado entre 1992 y 1993 por el arquitecto José de la Dehesa, cifrado al año siguiente en 270 millones de pesetas y tasada hoy su primera fase en 230 millones, llega tarde, con riesgo de no poder rescatar todo su esplendor.Antes era un horno en verano y un recinto helador en invierno. Durante largas temporada resultaba del todo inservible como salón de exposiciones, su más vistosa función a lo largo de diez discontinuas décadas. Ahora, el edificio va a ser climatizado.

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Cultura quiere adaptar el palacio, también su sótano, como salas de exhibiciones artísticas dentro de un ámbito destinado a ser el futuro Centro Nacional de Exposiciones. El cercano palacio de Velázquez también será incorporado al conjunto. Empero, el edificio de cristal y hierro cuenta aún con la enemiga de muchos pintores, que consideran que los cristales malograban, quemándolos, sus lienzos. Por eso, dicen en Cultura, los vidrios a instalar serán especiales, de clase tal que regulen los extremos térmicos e impidan el paso de radiaciones dañinas para el óleo.

"Sandeces", comenta Servando, un paseante del Retiro, que apunta una rivalidad. "¿Hay algún cuadro con un paisaje tan bello como lo fue el de este palacio ceñido por un lago, rodeado de árboles frecuentados por ardillas y sobrevolado por pájaros cantarines? Eso es lo que no gusta a los pintores. Aquí ha sido el arte el que imitó a la naturaleza", sentencia con un brillo algo pendenciero en la mirada. Otros paseantes no lo consideran tan bello: "La mezcla de estilos que muestra no cuadra mucho con la sobriedad castellana", comenta otro paseante, que desconoce el origen burgalés del arquitecto que lo ideó.

Una tristeza mórbida lo inunda hoy casi todo. Pese al abandono y a la secular desconsideración oficial, la elegancia del palacio aún destella. Por eso, el plan es visto por algunos como la última oportunidad de recuperarla.

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