Truchas novatas

Los pescadores se quejan de los peces 'domesticados' al iniciar Ia temporada

Los pescadores caña en mano tiñieron ayer de verde los pueblos de la sierra norte de Madrid. Se levantaba la veda y llegaba el momento de estrenar la temporada en busca de las preciadas truchas autóctonas, nacidas en ríos como el Lozoya. Pero hubo decepción general. Los deportistas del sedal se encontraron con las 70.000 truchas comunes de piscifactoría que la Consejería de Medio Ambiente ha introducido en los ríos del norte de la región.

El cauce del Lozoya sufrió una verdadera invasión de pescadores en el tramo libre que va de Oteruelo del Valle hasta Rascafría. Cient...

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Los pescadores caña en mano tiñieron ayer de verde los pueblos de la sierra norte de Madrid. Se levantaba la veda y llegaba el momento de estrenar la temporada en busca de las preciadas truchas autóctonas, nacidas en ríos como el Lozoya. Pero hubo decepción general. Los deportistas del sedal se encontraron con las 70.000 truchas comunes de piscifactoría que la Consejería de Medio Ambiente ha introducido en los ríos del norte de la región.

El cauce del Lozoya sufrió una verdadera invasión de pescadores en el tramo libre que va de Oteruelo del Valle hasta Rascafría. Cientos de cañistas peinaron la zona en busca de la codiciada trucha común autóctona. Pescaron con ninfas a cola de rata, con cucharillas y peces artificiales, a lombriz y a mosca ahogada. Lo intentaron con todos los cebos, pero no consiguieron engañar a ninguna trucha autóctona del río. "Es que ya no quedan", sostenían dos lugareños que observaban cada lance desde el puente de Oteruelo del Valle. "Hace 40 años, cogieron aquí mismo una trucha de 12 kilos atrapada en un ramal del río por culpa del hielo. Antes sí que había truchas de las de verdad", comentaba uno de ellos, Francisco, de 80 años y natural de Oteruelo.

Eran otros tiempos. Lo que sí encontraron los pescadores fueron unas truchas grisáceas, recién echadas al río, insulsas de pescar. "Se nota que son repobladas porque son mucho más fáciles de engañar y porque tiran mucho menos cuando las tienes clavadas", comentaba un hombre que lanzaba su aparejo de lombriz desde un puente.

Un pescador de mosca seca (sistema que está considerado como el más deportivo y menos lesivo para los peces que hay que devolver al agua porque no cumplen con la talla mínima) explicaba en la orilla que este tipo de repoblación no sirve para nada: "Éstas son unas repoblaciones falsas. Son inútiles para la mejora del río porque entre que las truchas son fáciles de pescar y la cantidad de cañistas que hay, en cuatro días el río queda desierto de nuevo". En su opinión, habría que echar peces jóvenes y en plena veda.

Los inconvenientes que citaban los veteranos eran, en cambio, ventajas para los más noveles. Así, Noé Pérez, de 11 años, estaba emocionado con su primera captura, por cierto, una trucha de piscifactoría: "Hemos llegado al río a oscuras, antes de amanecer, pero el madrugón ha merecido la pena porque he sacado mi primera trucha, y a cucharilla". A él no le importaba que los peces estuvieran despistados.

La diversión para los cañistas se prolongará hasta el próximo 21 de julio, fecha en la que volverá a caer el telón de la veda.

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