Editorial:

Sentido de la cumbre

PESE A la asistencia de representantes de 30 países, occidentales -entre ellos España- y del mundo árabe, lo apresurado e instantáneo de la cumbre de Sharm el Sheij no permitía esperar la adopción de medidas prácticas de carácter inmediato, sino un efecto preferentemente ambiental.

Los convocantes eran el presidente norteamericano, Bill Clinton, y el egipcio, Hosni Mubarak, pero el motor de la reunión era el primer ministro israelí, Simón Peres, en la estela de los atentados recientemente perpetrados por los islamistas de Hamás en Israel, que han causado cerca de 60 muertos. Con ...

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PESE A la asistencia de representantes de 30 países, occidentales -entre ellos España- y del mundo árabe, lo apresurado e instantáneo de la cumbre de Sharm el Sheij no permitía esperar la adopción de medidas prácticas de carácter inmediato, sino un efecto preferentemente ambiental.

Los convocantes eran el presidente norteamericano, Bill Clinton, y el egipcio, Hosni Mubarak, pero el motor de la reunión era el primer ministro israelí, Simón Peres, en la estela de los atentados recientemente perpetrados por los islamistas de Hamás en Israel, que han causado cerca de 60 muertos. Con la cumbre se perseguía muy probablemente crear un clima de apoyó a Peres, que ha de afrontar elecciones legislativas el próximo 29 de mayo, y cuya continuidad en el cargo es esencial para el mantenimiento del proceso de paz palestino-israelí. De la misma forma, la reunión, que sólo duró tres horas, trataba de dar cobertura al líder palestino, Yasir Arafat, en su acción policial contra los extremistas islámicos.

Entre los Estados árabes presentes, aparte de Egipto, se hallaban Arabia Saudí, los Emiratos, Kuwait, Omán, Argelia y Marruecos. Y entre los ausentes, Siria y Líbano, de los que el primero excusó su presencia para no perjudicar a sus relaciones con Hamás, a quien da cobijo al menos para funciones de propaganda, y, según un comunicado de Damasco, porque la reunión estaba pensada sólo para respaldar a Israel. Pero más allá de ausencias más o menos tolerables, figuraban como convidados de piedra los no invitados, que era a quienes se quería condenar, aunque con diferencias entre la Unión Europea, representada como tal, y EE UU.

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Clinton habría querido que el comunicado conjunto singularizara a Irán y Libia como países que apoyan el terrorismo, en tanto que la UE es partidaria de mantener lo que llama un diálogo crítico, sobre todo con Teherán. La declaración formal de los reunidos hacía, por ello, una invocación a coordinar la lucha mundial contra el terrorismo, que no pasaba de una extrema vaguedad y a lo que todos los presentes podían asentir sin dificultad, pero omitía nombrar culpables.

Una cumbre, en resumen, de emergencia y efectos a corto plazo para apoyar el proceso de paz en Oriente Próximo que Washington ha rematado con el anuncio posterior de un acuerdo de seguridad con Israel que implica la concesión de una ayuda de 100 millones de dólares para combatir la plaga del terror.

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