El Gobierno en funciones destituye al director del servicio secreto nombrado hace ocho meses

El Gobierno socialista, en una de sus últimas decisiones antes del relevo, acordó ayer la destitución del director general del servicio secreto Cesid, el general de división Félix Miranda Robredo, de 61 años, nombrado hace sólo ocho meses. Formalmente, el Consejo de Ministros "aceptó la dimisión" presentada por el general, con motivo de su pase a la reserva. En realidad, dicha dimisión le fue solicitada por el titular de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra. El Gobierno no ha querido que Miranda pilote la transición al frente del principal servicio de inteligencia del Estado.

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El Gobierno socialista, en una de sus últimas decisiones antes del relevo, acordó ayer la destitución del director general del servicio secreto Cesid, el general de división Félix Miranda Robredo, de 61 años, nombrado hace sólo ocho meses. Formalmente, el Consejo de Ministros "aceptó la dimisión" presentada por el general, con motivo de su pase a la reserva. En realidad, dicha dimisión le fue solicitada por el titular de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra. El Gobierno no ha querido que Miranda pilote la transición al frente del principal servicio de inteligencia del Estado.

La dirección del Centro Superior de Información para la Defensa (Cesid) quedará vacante hasta que el nuevo Ejecutivo, previsiblemente presidido por José María Aznar, nombre al sustituto de Miranda. Será el secretario general y número dos del servicio secreto, el general Jesús del Olmo, quien dirija la etapa de transición que se ha abierto tras las elecciones del pasado domingo y se haga cargo del traspaso de poderes en relación con el centro.La destitución del general Miranda evidencia que la confianza en el máximo responsable del servicio de, información, que accedió al cargo el pasado 7 de julio, se había deteriorado hasta el punto de no querer mantenerlo en el cargo durante las escasas semanas que faltan para que se produzca la renovación masiva de los altos cargos de la Administración. El ministro de Defensa, Gustavo Suárez Pertierra, ha aprovechado la circunstancia de que el general Miranda pasó a la reserva el pasado 27 de febrero para formalizar su cese.

Según la ley del Personal Militar, de julio de 1989, los generales de división pasan a la reserva si, transcurridos siete años desde su ascenso al generalato, no han alcanzado el empleo de teniente general. Este plazo lo cumplió Miranda el pasado 27 de febrero y, con tal motivo, Suárez Pertierra le pidió la dimisión, aunque no la presentó al Consejo de Ministros hasta ayer, dejando pasar las elecciones del domingo.

Sin embargo, el pase a la reserva tiene poco que ver con el cese ya que, al tratarse de un puesto de confianza política, podía haber continuado hasta el máximo legal de cinco años. De hecho, el antecesor de Mi-, randa, el teniente general Emilio Alonso Manglano, pasó a la reserva el 13 de abril de 1990 y siguió dirigiendo el Cesid hasta su dimisión el pasado mes de junio, tras estallar públicamente el caso Perote.

El Gobierno también podría haber ascendido a Miranda a teniente general pues, como director del centro de inteligencia, no ocupaba plaza en el escalafón del Ejército.

Pérdida de confianza

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El divorcio entre el máximo responsable del Cesid y el Gobierno que le había nombrado se inició el pasado verano cuando, ante los requerimientos del juez Garzón para que le entregase los papeles de los GAL, supuestamente sustraídos del centro por el coronel Juan Alberto Perote, el director general no quiso asumir la responsabilidad de negárselos y pidió al ministro Suárez Pertierra que se lo ordenara por escrito.Suárez Pertierra asumió dicha responsabilidad, por lo que Garzón se dirigió directamente al ministro para pedirle los papeles, al tiempo de que le advertía que de no hacerlo podría incurrir en un delito de falta de colaboración con la Justicia.

El Gobierno interpuso in extremis un conflicto de jurisdicción con el magistrado de la Audiencia Nacional, que fue resuelto el pasado 14 de diciembre por el Tribunal de Conflictos en favor del titular de Defensa y de su negativa a entregar al juez los documentos clasificados como secretos.

Dirección bicéfala

Más allá de este problema puntual, el Gobierno ha llegado a la conclusión, a lo largo de los últimos meses, de que Miranda no era la persona idónea para un puesto tan delicado como la dirección del servicio secreto y de que la fórmula de dirección bicéfala, con un director general y un secretario general como adjunto, tampoco resultaba la más adecuada.En realidad, el propio general Miranda, que sólo aceptó el puesto tras una intervención personal del ex ministro de Defensa Julián García Vargas, que acababa de dimitir por el escándalo de las escuchas del Cesid, ya había adelantado su propósito de dejar el Cesid tras la constitución del nuevo Gobierno y así lo había manifestado en conversaciones privadas con dirigentes del PP.

No obstante, el mismo propósito había expresado su número dos, Jesús del Olmo, y Sus interlocutores daban por sentado que el relevo no se produciría hasta que no se asentara el Ejecutivo salido de las elecciones del pasado 3 de marzo.

El nombramiento de Miranda, tres semanas después de la dimisión de Alonso Manglano, fue fruto de un complejo proceso de selección en el que acabaron siendo descartados los restantes candidatos.

De hecho, el entonces comandante general de Ceuta era el único que contaba con todos los informes favorable, incluido el de su antecesor, a pesar de su escasa experiencia en asuntos de inteligencia (fue agregado militar en México, Honduras y Guatemala) y de dominar el italiano como única lengua extranjera.

El cese de Miranda es el cuarto, y más importante, que se produce en el Cesid en los últimos meses. Antes de él, han dejado el centro, por este orden, el ex secretario de Alonso Manglano, el coronel Orzáez La Moneda; el jefe de la División de Inteligencia Interior, el general Bastos Noreña; y el subdirector de Personal, el coronel Rodríguez Topete.

Una reforma incompleta

El cese de Miranda supone que el próximo Gobierno tendrá las manos libres para situar a una persona de su confianza al frente del servicio secreto aunque, al mismo tiempo, le obliga a incluir este asunto entre sus tareas prioritarias.Pero no es sólo la vacante que deja en la dirección general del Cesid lo que forzará al nuevo Ejecutivo a ocuparse de forma inmediata del centro de inteligencia.

La reforma que ha puesto en marcha el ministro Suárez Pertierra en los últimos ocho meses no está en absoluto concluida. Lejos de ello, ha abierto una serie de procesos que habrá que abordar a corto plazo.

Por ejemplo, en virtud del Estatuto del Personal del Cesid, aprobado el 28 de julio, antes del próximo 9 de agosto habrá que decidir qué agentes del centro de entre los más veteranos se quedan definitivamente y cuáles se marchan.

El propio decreto de modificación de la estructura del Cesid, publicado en el BOE del pasado 17 de febrero, es tan genérico que requiere de una orden ministerial que lo desarrolle y lo llene de contenido.

La aprobación de esta orden podría dejarse para el próximo ministro de Defensa, si no fuera porque la propia publicación del decreto ha creado una situación anómala, al suprimir los órganos administrativos que existían en la estructura anterior y no crear formalmente los de la nueva.

Así, el decreto afirma que habrá una única unidad de "medios humanos, materiales y económicos", que sustituye a las anteriores subdirecciones de Personal y Administración, pero no la pone en marcha.

La ventaja de esta ambigüedad es que permite modificar en el futuro la estructura del Cesid mediante órdenes ministeriales que tienen carácter secreto.

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