El día que Soria subió a Primera

Los bocadillos de chorizo tenían chorizo. Y el pan era del día. El estadio de Los Pajaritos de Soria nos reconcilió con el fútbol en estado natural, con la pasión deportiva elevada a la categoría de fiesta mayor, con ciertos valores del deporte modesto que apenas se encuentran en los macroescenarios de Primera División: muchos videomarcadores y poca honradez, muchos patrocinadores para un bocadillo sin chorizo.Soria celebró el empate del Numancia ante el poderoso Barcelona a ritmo de charanga hasta bien entrada la madrugada. Una hipotética derrota no habría clausurado la celebración. Seguro. ...

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Los bocadillos de chorizo tenían chorizo. Y el pan era del día. El estadio de Los Pajaritos de Soria nos reconcilió con el fútbol en estado natural, con la pasión deportiva elevada a la categoría de fiesta mayor, con ciertos valores del deporte modesto que apenas se encuentran en los macroescenarios de Primera División: muchos videomarcadores y poca honradez, muchos patrocinadores para un bocadillo sin chorizo.Soria celebró el empate del Numancia ante el poderoso Barcelona a ritmo de charanga hasta bien entrada la madrugada. Una hipotética derrota no habría clausurado la celebración. Seguro. Soria estaba dispuesta a disfrutar por todo lo alto de un partido de fútbol. El sufrimiento, para los socios de Primera.

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Y a ese disfrute se llegó desde la sinceridad. Los comercios se vistieron de temporada alta, los hosteleros anunciaron que darían servicio hasta altas horas, los naturales de Soria calzaron algún motivo (gorro, bufanda, banderas) con los colores azul y rojo del Numancia. En unos días transformaron un campo en un- estadio capacitado para atender las mayores demandas informativas, a un nivel de calidad que supera las prestaciones de muchos campos de Primera: electricidad, teléfonos y... hasta calefacción. Como también se acondicionó a última hora el palco para que las autoridades no pasaran frío y dieran cuenta de unos canapés en el intermedio. Y, ya en el terreno de juego, el Numancia se enfrentó al Barcelona sin recurrir a la violencia, sin cavar trincheras y sin despreciar su derecho a jugar y ganar.

Los jugadores del Numancia se hicieron unas fotos con sus rivales. No apelaron a un orgullo mal entendido. Eran unos dignos futbolistas de Tercera (no hay confusión que valga, la Segunda B es una acepción con careta que se ha puesto la Tercera División vaya usted a saber por qué) y sabían cuál era su sitio y cuál el de las estrellas. Nadie buscó la derrota del grande a cualquier precio. Finalizado el partido dieron una vuelta de honor porque el público, que había llenado el estadio media hora antes del comienzo del encuentro, se negaba a abandonarlo como si tal cosa. Y, para el rival, ni una mala palabra. El Barcelona no salió humillado de Soria: la chiquillería buscaba fotos y autógrafos con el mismo afán que en la víspera. No hubo doble intención: los aficionados llevaban banderas del Numancia (no banderas españolas) y, si acaso, una bolsa de tamaño medio con la correspondiente manta.

El centro de la capital abrió sus puertas y siguió la fiesta. Música y alcohol, como en San Juan (sol, vino y toros, reza la tradición). La policía se desplegó a sus aposentos porque a nadie había que vigilar. Nada que temer. En los corrillos se hablaba de cualquier cosa, incluso de fútbol. Un vecino advertía de la diferencia de medios entre el Numancia y el Barcelona: "El que menos cobra de ellos gana ocho millones y el que más cobra de los nuestros gana seis". Otros calibraban la posibilidad de viajar a Barcelona para el partido de vuelta. ¿Un imposible? No: esta gente sólo quiere disfrutar de un partido de fútbol. Han descubierto que estando en Tercera se puede crear un espectáculo de Primera. Creánselo: el Numancia subió a Primera el jueves.

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