Tribuna

La partitura del Banco de España

Hubo una época en la que el pedigrí de un banco central se podía evaluar no sólo, por el número de watchers que arrastraba, sino por la envergadura de los despistes ' que podía originar en los mismos. Algo más que expertos en política monetaria parecían algunos analistas, sensibles a la gesticulación de éste o aquel miembro del consejo del banco en cuestión, y no digamos a las expresiones de su presidente o gobernador. La concreción de sus objetivos, la más amplia disponibilidad de informacion deaquellos sabuesos, en un con texto de intensa integración finan ciera internacional, había r...

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Hubo una época en la que el pedigrí de un banco central se podía evaluar no sólo, por el número de watchers que arrastraba, sino por la envergadura de los despistes ' que podía originar en los mismos. Algo más que expertos en política monetaria parecían algunos analistas, sensibles a la gesticulación de éste o aquel miembro del consejo del banco en cuestión, y no digamos a las expresiones de su presidente o gobernador. La concreción de sus objetivos, la más amplia disponibilidad de informacion deaquellos sabuesos, en un con texto de intensa integración finan ciera internacional, había reducido gran parte de la complejidad de que se rodeaba aquel oficio. La práctica eliminación de restricciones cambiarias parecía clarificar aún más las cosas en Europa. Los bancos centrales, en el marco de sus estatutos de autonomía, sólo atenderían a la satisfacción de un objetivo: la estabilidad de los precios. En ausencia de señales expresivas de manifiesta reducción de la inflación mantendrían la guardia levantada, resistiendo las presiones de los Gobiernos de turno al descenso en el precio del dinero.La desvalorización de ese oficio de seguidores de bancos centrales se había agudizado además por la pérdida de relevancia de algunos instrumentos en su capacidad para anticiparlas condiciones determinantes de la estabilidad. La simplicidad pasaba a ser la norma: los índices de precios y, en. particular, el de bienes de consumo, serían la única partitura en la difícil interpretación que supone la definición y aplicación de la política monetaria. Con ello se evitaban malos entendidos de consecuencias en ocasiones funestas sobre los mercados financieros.

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La decisión del Banco de España de reducir su tipo de interés decenal en un cuarto de punto, hasta el 8,75%, al mismo día en que se hacía público el IPC de diciembre, Plantea varias cuestiones que pueden ser relevantes en relación a las consideraciones anteriores. ¿Ha interpretado favorablemente el Banco de España esa variación de los precios al consumo que deja la inflación subyacente en el mismo nivel que en noviembre y tres décimas por encima de la del pasado año? ¿Han mejorado las expectativas de inflación en relación al pasado 22 de diciembre, cuando tuvo lugar un descenso de igual magnitud en el tipo decenal? ¿Por qué no se decidió entonces la reducción directamente en medio punto? Las respuestas probablemente pondrían en entredicho esa exclusividad del celo antiinflacionista. Más allá de las tan malintencionadas como simplistas explicaciones en clave de servidumbre política, pondrían de manifiesto la razonable inquietud, también en el Banco Central, por esas señales de desaceleración en el ritmo de crecimiento de las principales economías europeas que en un contexto de apreciación del tipo de cambio de la peseta y continuidad en el rigor de la política presupuestaria, podría frenar las dos únicas fuerzas que hoy determinan el crecimiento de la economía: las exportaciones y la inversión empresarial. La entidad y proximidad de los riesgos justifican el abandono circunstancial de la partitura y revalidan el papel de los sabuesos.

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