Tribuna

Tabúes de campaña

Pensiones de jubilación, expresión que, de sólo pronunciarla con aire de duda, produce angustia y reacciones virulentas. La última razón de la angustia es que a la gente, en pocos años, le ha dado por vivir mucho más que antes; la humanidad hace esfuerzos denodados para que la gente viva más, pero se desconcierta cuando tiene que decidir qué hacer con esos años y cómo sufragarlos. No parece razonable la defensa numantina, y de alta calidad científica, de la salud, para que la gente se muera de hambre. Hay que proveerles de medios. Y aquí vienen las contradicciones y confusión.Para empezar, es ...

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Pensiones de jubilación, expresión que, de sólo pronunciarla con aire de duda, produce angustia y reacciones virulentas. La última razón de la angustia es que a la gente, en pocos años, le ha dado por vivir mucho más que antes; la humanidad hace esfuerzos denodados para que la gente viva más, pero se desconcierta cuando tiene que decidir qué hacer con esos años y cómo sufragarlos. No parece razonable la defensa numantina, y de alta calidad científica, de la salud, para que la gente se muera de hambre. Hay que proveerles de medios. Y aquí vienen las contradicciones y confusión.Para empezar, es inútil lamentarse del debilitamiento del sentido de solidaridad familiar, porque ésta era más viable cuando, además de otros requisitos, la gente se moría más . joven, y la "carga" (que así se llama legalmente) de los ancianos era menor; y cuando había familia: el anciano `era un vértice que culminaba un rosario de descendientes, ahora es, normalmente, al revés; una cúspide con base escasa, o suspendida en el firmamento de la vida sin progenie alguna.

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Pero es que al anciano, aunque vive, y está como un roble, tampoco se le deja que use energía en un trabajo socialmente útil, ya que tiene que desalojar para que los que vienen detrás ocupen los lugares que antes quedaban libres por la natural mortandad. Y ésta es la primera contradicción: al anciano se le cura, se le mima, se le lleva de excursión o se le deja viajar horas y horas, gratis, en los transportes públicos, pero ojo con hacer nada que no sea disfrutar de su "bien ganado descanso", porque obstaculiza a los jóvenes impetuosos. Se le da incluso una pensión, pero con, contrapartidas aún más duras: se limita, legalmente y de hecho, su libertad de hacer lo que le parezca; se le transforma en un disminuido jurídico' vivir, todo lo que usted quiera, pero sin molestar.

Ésta es la realidad presente de muchas personas, y la futura de todas las demás, salvo fallecimiento estadísticamente prematuro; ésta es la angustia de los futuros pensionistas. Y aquí viene lo de la acumulación y lo del reparto. El sistema tradicional familiar era de reparto, siempre que no hubiera acumulación, producida por el anciano, o heredada. Claro, es mejor (para el anciano) la acumulación, que siempre ha sido fuente de respeto por parte de la prole.

Ahora esos esquemas ya no sirven como solución general. Y aparecen, ya hace años, los sistemas de reparto, socialmente globalizados: estos sistemas chirrían, porque, sencillamente, cada vez hay más ancianos, y los que tienen que repartirse la "carga" no crecen en proporción; consecuencia: el reparto es cada vez más pobre; no nos engañemos: las pensiones que se van generando al correr del tiempo son comparativa y progresivamente decrecientes, aunque no sea más que por el procedimiento de ensanchar el número de años de retribución sobre los que se calcula la pensión. Además, se estrecha el abanico de las pensiones, pierde relación la pensión con lo que se ganaba (y se producía) de activo, y a los achaques de la vejez y las limitaciones jurídicas del pensionado se une la socialización, naturalmente, por abajo, pues, si fuera por arriba, nadie tendría nada que objetar; y así, ésta es una verdadera sociedad mixta: liberal-capitalista para los activos y socializada para los pasivos; al menos queda ese reducto para el ideal de la solidaridad forzada.

Y, al fin, no sé si es muy razonable pensar en la paciencia de los activos que han de venir; aparte de bellas palabras, depender de los activos en el futuro puede ser tan peligroso, al menos, como cuando el fenómeno se produce en el exclusivo seno familiar. Y, por eso, también social y globalmente será más seguro, y satisfactorio, y justo, que la gente acabe dependiendo más de su propia acumulación que de la siempre incierta liberalidad de los futuros activos. Una persona que llegue a la edad normal de jubilación va a depender, más o menos, de los activos que se sucedan durante veinte años adicionales, hasta que la piadosa muerte lo remedie, a los ochenta y algo, según los cálculos actuales; son muchos años de dependencia; muchos años de creciente sacrificio ininterrumpido de los activos. Mejor que la gente acumule algo, y sea, así, de verdad, más libre e independiente hasta de la devoción filial transmutada en neogeneracional.

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Es quizá señal de madurez que los partidos dejen este asunto fuera de la campana, es decir, al margen de la demagogia que crea terror electoralmente . productivo. Pero no que, después, los gobernantes elegidos no se lo tomen en serio; o sea, a ver si se acaba la política del avestruz que por ahora padecemos.

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