Tribuna:

Míster Memoria.

Además del 20º aniversario dé la muerte de Franco, la coronación del Rey y el arranque de la transición, el calendario de 1995 conmemora también el 60 cumpleaños de Treinta y nueve escalones, seguramente la más divertida película del ciclo británico de Alfred Hitchcock. El filme narra las angustias sufridas por el testigo de un crimen que es perseguido no sólo por los asesinos, sino también por la policía; en su huida, el protagonista -intepretado por Robert Donat- llega a Escocia tras correr penosas y arriesgadas aventuras. Pero la virtud siempre derrota al vicio y la gloria generalmen...

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Además del 20º aniversario dé la muerte de Franco, la coronación del Rey y el arranque de la transición, el calendario de 1995 conmemora también el 60 cumpleaños de Treinta y nueve escalones, seguramente la más divertida película del ciclo británico de Alfred Hitchcock. El filme narra las angustias sufridas por el testigo de un crimen que es perseguido no sólo por los asesinos, sino también por la policía; en su huida, el protagonista -intepretado por Robert Donat- llega a Escocia tras correr penosas y arriesgadas aventuras. Pero la virtud siempre derrota al vicio y la gloria generalmente sonríe a los audaces: el acosado fugitivo logra encontrar finalmente la pista de los criminales, unos espías que se han apoderado de un valioso secreto militar. La investigación le conduce hasta un teatro de Londres desde cuyo escenario Míster Memory responde a cualquier pregunta sobre fechas y cifras que puedan hacerle los espectadores; Robert Donat le espeta a bocajarro: "¿Qué son los 39 escalones?", y el portentoso memorión depositario de la fórmula de un motor de aviación robada a la Corona británica por la red de espionaje, no puede sino confesar compulsivamente la verdad.Las historias relacionadas con los servicios secretos españoles protagonizadas por el coronel Perote (ya interrogado por el magistrado Móner, citado para mañana por el juez Garzón y en la lista de espera de la comisión de investigación del Senado sobre el caso GAL) parecen una contribución involuntaria al aniversario de Treinta y nueve escalones. En una larga conversación con François Truffaut, Hitchcock admitió las observaciones del director de cine francés sobre los atentados a la lógica perpetrados por el guión de la película, que sacrifica la verosimilitud de la in triga a la emoción del espectador; algo semejante cabría predicar ahora de las andanzas de quien fue durante diez años jefe de las misiones especiales del Cesid y formó luego sociedad con el ex banquero Mario Conde para chantajear al Estado con documentos secretos robados mediante su filtración a través del diario El Mundo. Truffaut se admira del talento hitchkockiano para transmitir señales ominosas de peligro y de amenaza a través de la mirada o el gesto de personajes secundarios; el letrado Santaella podría ha ber superado las pruebas del casting como inquietante vía jero del- tren a Edimburgo en Treinta y nueve escalones.

La ficción británica y la historia. española tienen en común la pertenencia al género de espionaje, el robo de documentos oficiales y el abundante surtido de crímenes, persecuciones y sorpresas. En declaraciones a la prensa, el letrado Santaella, abogado a la vez de Perote y de Conde, ha explicado- la razón por la que resultaría aconsejable que el Gobierno diese un trato de favor a sus dos clientes y les ayudase a rehuir sus citas con la justicia: los secretos de Estado en poder del coronel Perote no están escritos sobre papeles, sino grabados en su memoria. Sólo la rendición incondicional ante las exigencias. de los extorsionadores permitiría "neutralizar un posible mal uso de la memoria de Perote- y garantizar que no utilice sus conocimientos "de manera desleal" para el Estado. A la vista de las reacciones provocadas por el frustrado chantaje a la Corona intentado por Javier de la Rosa, hay datos para temer que el coronel Perote no sea. el único aspirante a desempeñar en la escena pública española el papel jugado por Míster Memory en la película de Hitchcock. Tras la publicación por Diario 16 del detallado reportaje en que José Díaz Herrera e Isabel Durán relatan con pelos y señales esa maniobra extorsionista, algunos inquietantes memoriosos han presumido de estar al tanto desde hace tiempo de esa historia y de otras parecidas: confiemos en que esas jactanciosas exhibiciones sean solo un rasgo de vanidad y no pretendan transmitir el mismo mensaje ex torsionador del letrado Santaella acerca de una eventual utilización desleal de conocimientos secretos.

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