Tribuna:SANIDAD

Clínicas del dolor

En España no hay clínicas del dolor. Sin embargo, cada vez funcionan más en los grandes hospitales las unidades del dolor, cada día más necesarias para mejorar la calidad de vida de los enfermos

La presencia del dolor y la forma de combatirlo condiciona la relación médico-enfermo y ha sido y será una de la mayores preocupaciones de la medicina. Hasta hace algunos años el dolor se consideraba un síntoma, consecuencia de una enfermedad, que era la que había que diagnosticar y tratar. Los nuevos criterios se establecen ante planteamientos más concretos: ¿cómo actuar, si el dolor persiste y los procedimientos habituales no bastan? Muchos profesionales se preocupan por ese dolor rebelde, que no solamente limita el estado físico del paciente, sino que también compromete su estado emocional,...

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La presencia del dolor y la forma de combatirlo condiciona la relación médico-enfermo y ha sido y será una de la mayores preocupaciones de la medicina. Hasta hace algunos años el dolor se consideraba un síntoma, consecuencia de una enfermedad, que era la que había que diagnosticar y tratar. Los nuevos criterios se establecen ante planteamientos más concretos: ¿cómo actuar, si el dolor persiste y los procedimientos habituales no bastan? Muchos profesionales se preocupan por ese dolor rebelde, que no solamente limita el estado físico del paciente, sino que también compromete su estado emocional, psicológico y familiar.Ese dolor rebelde no parece ser competencia de ninguna de las especialidades médicas reconocidas como tales. Durante la II Guerra Mundial, un médico americano, John Bonica, observó las dificultades que existían para tratar los síndromes dolorosos, secuelas de la guerra, y que la medicina tradicional no resolvía de forma satisfactoria. Finalizada la guerra, Bonica inicia un estudio clínico sistemático de los síndromes dolorosos. Los resultados le llevan a. escribir el libro The management of pain, publicado en 1953. Tres años después crea la primera Clínica del Dolor en Seattle, en el Estado de Washington y poco a poco surgen nuevas clínicas en diferentes países.

En España, en 1984 y 1988, se elevaron propuestas al Parlamento para la creación de Unidades del Dolor en los hospitales públicos, pero se desestimaron por considerar que el problema del dolor no tenía tanta importancia, como para que un grupo de especialistas se dedicara en exclusiva a ello. El Parlamento determinó que, los pacientes aquejados de dolor debían seguir en las unidades correspondientes. a su patología de origen: oncología, traumatología, cirugía etc. Sí se permitió que, las unidades ya creadas continuaran en funcionamiento con los medios humanos y materiales que cada centro hospitalario creyera oportuno.

Institucionalizar algo tan complejo e importante como una especialidad médica requiere tiempo y sobre todo el consenso y aprobación política. Aunque los políticos hayan ganado a pulso sus puestos, no tienen porqué ser los mejores jueces o conocedores de las experiencias de quienes día tras día sufren las consecuencias de problemas médicos concretos que quedan sin resolver. La sensibilización de los profesionales ante algo tan frecuente en su quehacer cotidiano, como ver la expresión de sufrimiento de sus pacientes, y la propia sociedad, conocedora de la existencia de medios cada vez más poderosos para controlar el dolor, exigen que se haga realidad lo que más adelante tendrán que institucionalizar los políticos. Bastaría con esa evolución de los conceptos médicos y la conciencia social, si no fuese que la aceptación administrativa lleva consigo la dotación de los recursos necesarios, para que la labor de los profesionales sea realmente efectiva.

El dolor crónico rebelde ha dejado de considerarse un síntoma más y ha pasado a ser controlado y clasificado como cualquier patología para ser tratado en la forma adecuada. En España las Unidades del Dolor de los hospitales públicos crecen en número, aunque no en medios, y se conciben y orientan hacia una asistencia integral de los pacientes, según el concepto de salud global de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

¿Qué tipos de dolor se tratan en estas unidades? Un error muy común es creer que sólo se tratan pacientes con cáncer y en situación terminal. En realidad, se estudian enfermos con do lor crónico y de muy diferentes causas. Por lo general un 30 ó 40 % de estos pacientes tienen dolor de origen tumoral, pero muchas veces la causa procede de tratamientos para combatir este: tumor: cirugía oncológica, radioterapia o quimioterapia. Otro gran grupo, el 40 ó 50 %1 lo forman pacientes con dolor denominado "no maligno", para diferenciarlo del dolor derivado del cáncer. Se trata de dolores relacionados con neuropatías y cefaleas crónicas e incapacitantes, dolores tras intervenciones quirúrgicas o de tipo psicógeno y otros. Este grupo es el gran beneficiado de estos Centros, porque es muy numeroso y su expectativa de vida es normal.

Para que una Unidad del Dolor pueda prestar una asistencia completa, debe tender a ser multidisciplinar, es decir, poder mejorar el problema del dolor desde varios puntos de vista: neurocirugía, anestesia, reumatología, rehabilitación, psiquiatría y psicología. En ellas se ha de llevar, junto con la asistencial, otras, actividades como la docencia y la, investigación.

El incremento de este tipo de unidades en los últimos años supone uña esperanza para un gran sector de la sociedad, si se considera que la expectativa de vida es cada vez mayor, porque una población longeva precisa más cuidados de este tipo, y que el dolor es uno de los factores que más altera la calidad de vida de los pacienteg. El alivio del dolor se ha convertido en un legítimo. derecho del paciente y por lo tanto en objetivo terapéutico que contribuye de forma significativa al bienestar físico y emocional, de la sociedad.

Isabel Martínez Ortuño es Secretaria de la Comisión de Ética de la Sociedad Española del Dolor.

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