Tribuna:

La segunda vuelta del thatcherismo

En una reciente entrevista con motivo de la presentación de su libro, El pasado de una ilusión, Francois Furet establecía las principales diferencias entre la revolución francesa y la soviética. La revolución francesa, decía el historiador francés, fue derrotada pero sus ideas subsisten todavía con plena vigencia; la revolución bolchevique nunca fue derrotada, pero queda muy poco de su ideología.El thatcherismo, aquella doctrina a la que dio nombre Margaret Thatcher a partir de 1979, se asemeja en ese aspecto a la revolución francesa: fue derrotada -por sus propios compañeros de ...

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En una reciente entrevista con motivo de la presentación de su libro, El pasado de una ilusión, Francois Furet establecía las principales diferencias entre la revolución francesa y la soviética. La revolución francesa, decía el historiador francés, fue derrotada pero sus ideas subsisten todavía con plena vigencia; la revolución bolchevique nunca fue derrotada, pero queda muy poco de su ideología.El thatcherismo, aquella doctrina a la que dio nombre Margaret Thatcher a partir de 1979, se asemeja en ese aspecto a la revolución francesa: fue derrotada -por sus propios compañeros de viaje, los tories británicos, que la traicionaron- pero muchas de sus ideas emergen de vez en cuando con mucha fuerza. No en vano la señora Thatcher pretendió crear un nuevo conservadurismo que generase entusiasmo popular, es decir, que tuviese a la clase media detrás. Síntoma de esta segunda vuelta del thatcherismo es la apropiación que del mismo están haciendo el ala más radical de los republicanos norteamericanos o algunos de los conservadores británicos como Michael Portillo, ministro de John Major, en el último congreso del Partido Conservador. El thatcherismo es el fundamentalismo del pensamiento único. La liberalización del mercado produce, paradójicamente, una intensificación de la acción del Estado porque el mercado libre no surge espontáneamente en un marco de armonía, con cada agente económico dotado de los dones del individualismo, sino que ha de ser impuesto como sistema de actividad económica.

Portillo, además de ser hijo de republicano exilado, es un viejo conocido de la gente del PP; es uno de los favoritos de José María Aznar. Al menos en dos ocasiones ha estado recientemente en Madrid pronunciando conferencias. La última de ellas la dictó en el seno de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales. Esta fundación es el tanque de pensamiento por excelencia de los conservadores españoles; su presidente es Aznar y su secretario general, Miguel Ángel Cortés, el hombre encargado de la cultura dentro del PP. La fundación edita una serie de libros y papeles, entre los cuales se encuentran cuatro textos de Aznar: Razón y libertad, Política y valores, Un compromiso con el teatro y Mercado y medio ambiente (el presidente del PP está a punto de ver publicados sus discursos políticos).

En esta colección también ha sido editado el texto de la conferencia de Portillo -Estado, Libertad y Responsabilidad-, que responde a su pensamiento político: "( ... ) el crecimiento del Estado en los países europeos no sólo obstaculiza el crecimiento económico sino que también cambia la naturaleza de nuestras sociedades. Cuando el Estado se hace responsable de demasiadas cosas, cambia lo que la gente piensa de sus propias responsabilidades. Paradójicamente, en nuestro afán por eliminar la pobreza y la desigualdad, tal vez estemos creando sociedades menos compasivas al igual que menos competivivas ( ... ) La tarea esencial del Estado ha de ser la protección de la libertad de las personas. Sus funciones básicas son mantener el orden público y proporcionar una defensa fuerte".

Thatcher fracasó en el intento de desmantelamiento del Estado de bienestar británico. Portillo quiere, probablemente, repetir la experiencia, como lo pretenden hacer Gingrich, Dole y los republicanos americanos; Chirac y Juppé, en Francia, han adoptado otro camino, siguiendo, por el momento, las directrices de Philip Seguin, ideólogo del gaullismo social. Kohl tampoco practica el neoliberalismo. La cuestión es conocer el camino que seguirá la derecha española, a un cuarto de hora de gobernar.

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