Cartas al director

De la 'morgue'

"Tras el reconocimiento del cadáver, éste no fue llevado a la morgue, según es uso (tal formalidad sería superflua), sino sepultado rápidamente no lejos del lugar donde había sido recogido". Estas palabras se recogen en el relato del crimen de María Roget, de Edgar Allan Poe, palabras que quedan prendidas, mágicamente, al cadáver de Susana Ruiz, encontrada hace más de un año y medio.A la luz de los últimos hechos, no podemos dejar de pensar en la maquinaria de desprecio y abandono que se ha instalado en tomo a este desgraciado asunto. Y es que, más que nunca, sentimos, presentimo...

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"Tras el reconocimiento del cadáver, éste no fue llevado a la morgue, según es uso (tal formalidad sería superflua), sino sepultado rápidamente no lejos del lugar donde había sido recogido". Estas palabras se recogen en el relato del crimen de María Roget, de Edgar Allan Poe, palabras que quedan prendidas, mágicamente, al cadáver de Susana Ruiz, encontrada hace más de un año y medio.A la luz de los últimos hechos, no podemos dejar de pensar en la maquinaria de desprecio y abandono que se ha instalado en tomo a este desgraciado asunto. Y es que, más que nunca, sentimos, presentimos, la muerte de Susana Ruiz como una operación donde, partiendo de los obreros que la recogieron, pasando por sus supuestos amigos, policías, funcionarios, militantes fascistas, hasta llegar a manos del forense, se cumple de manera perfecta la matanza anónima de un ser humano. Aun a riesgo de equivocarnos, creemos que la vida de Susana Ruiz ha sido objeto del desprecio de un vasto procedimiento de aniquilación: eso que llaman sociedad y que no es más que la prolongación de un movimiento -en su sentido más musical- de cobardía, falsedad y odio.

En realidad, todo esclarecimiento de la muerte de Susana Ruiz se detendrá siempre en los límites de una investigación no deseada por la sociedad, no deseada por la ciudadanía, no deseada siquiera por los padres de la joven. Ya que lo que habla en la muerte de Susana Ruiz es más bien la verdad humillada de un cuerpo a solas- J. Antonio García Serrano y Eva Cuesta Alvariño.

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