Tribuna:

Expectación

"¡Qué emoción más emocionera!" solía exclamar un compañero de mili cuando nos formaban para ir a tiro. Pues así: qué emocionera emoción, qué inquietud, qué desasosiego mientras llega, se constituye, da signos de vida el nuevo Gobierno de Madrid y los madrileños empezamos a advertir por dónde le viene el aire.No es cuestión baladí. Constituye la derecha -a lo mejor sería más propio escribir La Derecha-, y durante lustros se han venido divulgando muchas cosas de la derecha, no todas positivas, algunas con motivo y otras sin él. Lo mismo le ha ocurrido a la izquierda. Abunda por ahí la esp...

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"¡Qué emoción más emocionera!" solía exclamar un compañero de mili cuando nos formaban para ir a tiro. Pues así: qué emocionera emoción, qué inquietud, qué desasosiego mientras llega, se constituye, da signos de vida el nuevo Gobierno de Madrid y los madrileños empezamos a advertir por dónde le viene el aire.No es cuestión baladí. Constituye la derecha -a lo mejor sería más propio escribir La Derecha-, y durante lustros se han venido divulgando muchas cosas de la derecha, no todas positivas, algunas con motivo y otras sin él. Lo mismo le ha ocurrido a la izquierda. Abunda por ahí la especie de que la derecha no lee y es, por tanto, sustancialmente inculta. Lo afirman desde la izquierda, naturalmente. Desde la derecha sostienen, en cambio, que la izquierda es. irresponsable e iletrada. O sea, las mismas acusaciones, aunque en sentido contrario. De donde cabe deducir que nadie tiene razón cabal. "Los de derechas son pijos", "los rojos no se lavan": son cosas que se dicen.

Pero la izquierda ya dio de si cuanto tenía en la gobernación de Madrid -que no fue poco, la verdad sea dicha- corre turno y entra ahora una derecha que lleva en el recuerdo el estigma del caciquismo y la prepotencia. Muchos ciudadanos temen lo peor en su desembarco: la revancha y, con ella, el abuso del poder. Unos recelos que probablemente sean infundados, mas no se les debería exigir profesión de fe a quienes padecieron las consecuencias de una derecha codiciosa e insolidaria, que ocupó sin legitimidad popular alguna los puestos de mando en las instituciones públicas y privadas. Sus convicciones democráticas, unidas a la eficacia y el rigor en la gestión, han de demostrarlas.

Ahora devuelve la voluntad popular el poder a la derecha y por eso la expectación es grande. Un nuevo Gobierno va a entrar en la Comunidad de Madrid. A juzgar por las respectivas biografías, la mayoría de sus componentes valdrían para ocupar cartera en el Gobierno de la nación, sobre todo habida cuenta de lo que hay ahí. Integran el equipo abogados y economistas con larga experiencia, catedráticos de universidad, hasta un rector de rectores. Y, al frente de todos ellos, Alberto Ruiz-Gallardón, cuya formación administrativa, capacidad política y calidad humana parecen suficientemente contrastadas.

¿Leen además? ¿Son prepotentes e insolidarios, les mueve la codicia, según dan por sentado numerosos ciudadanos dé izquierdas sólo porque militan en un partido de derechas? Ciertamente sería prematuro e injusto descalificarlos de entrada. La derecha cavernícola, que existió, no tiene por que resurgir inexorablemente, como tampoco aquella izquierda revanchista y caótica que también hizo de las suyas.

El día a día dirá. Se habrá de ver si, ya en marcha, la maquinaria de poder se arriman a ella los que se proclaman de derechas de toda la vida para ocupar cargos, coger una canonjía, hacer negocios, y consiguen sus propósitos. Sería un suicidio del nuevo equipo de gobierno, pues tienen bien cercano el ejemplo: nada causó peor daño a la izquierda que aceptar a quienes de repente se proclamaban de izquierdas de toda la vida, cuando lo Anico que pretendían era ocupar cargos, coger una canonjía, hacer negocios.

El espectáculo del repentino trasvase de ideologías puede ser apasionante. Algunos se cambiaron de chaqueta la misma noche de las elecciones y aguardan gozosos el santo advenimiento. Si el nuevo Gobierno de la Comunidad les diera a estos desaprensivos mutantes con la puerta en las narices, sería un buen motivo de regocijo, una saludable lección.

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Mucha tarea tienen por delante Alberto Ruiz-Gallardón y los suyos. Los madrileños les aguardan con expectación y conciencia crítica, lo cual es una actitud muy positiva pata el bien común. Sólo que no trasciende demasiado en estos azarosos momentos. A fin de cuentas, acaba de terminar la feria de San Isidro, el verano se echa encima, y las vacaciones son sagradas. Pero ya vendrá septiembre, volveremos todos tan fortalecidos de cuerpo como flojos de bolsillo, y exigiremos entonces que la Comunidad funcione con irreprochable rectitud y a pleno rendimiento. Eso, o a Ia oposición otra vez.

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