Tribuna:

El aval europeo

Razones políticas han determinado la pérdida de valor de la peseta, dicen unos. La causa no está ahí, dicen otros, sino en la perturbación internacional de los mercados; aquí dentro la situación mejora, no hay explicación "económica" para estos ataques. En la argumentación hay además alusiones a los llespeculadores", versión técnica, modernizada, de la conjura internacional, heredera, como se sabe, de la leyenda negra, venerada tradición.Resulta desagradable tener que decir que todos tienen razón, porque parece opinión distante o pastelera, pero decir esto no es decir mucho: conviene mirar al ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Razones políticas han determinado la pérdida de valor de la peseta, dicen unos. La causa no está ahí, dicen otros, sino en la perturbación internacional de los mercados; aquí dentro la situación mejora, no hay explicación "económica" para estos ataques. En la argumentación hay además alusiones a los llespeculadores", versión técnica, modernizada, de la conjura internacional, heredera, como se sabe, de la leyenda negra, venerada tradición.Resulta desagradable tener que decir que todos tienen razón, porque parece opinión distante o pastelera, pero decir esto no es decir mucho: conviene mirar al fondo. La economía puede ir bien y el sujeto tener, a la vez, problemas financieros. Economía y finanzas no van por caminos paralelos, aunque al final coincidan, pero ese final puede estar muy lejos. Una empresa puede ir bien y el empresario carecer de la confianza de los banqueros. Suele suceder cuando la historia del empresario tiene puntos negros, en cuanto a seriedad en sus relaciones con el banco. España ha devaluado cuatro veces en tres años. Parece motivo suficiente para inquietar a los prestamistas. A algunos les ha debido ir regular con alguno de estos episodios. Seguramente se alegran de que todo vaya mejor, pero dudan de que no haya otros vicios ocultos, o no tan ocultos, que provoquen nuevas ocasiones de disgusto.

A lo cual se añade que las fervorosas protestas de seriedad en el comportamiento económico, que es más responsabilidad del Gobierno, no siempre se han llevado a la práctica: bajar impuestos y subirlos a los tres meses, prometer restricción y ejecutar expansión y cosas así producen cierta intranquilidad y la fe del banquero o del prestamista suele ser estable, pero la mutación al escepticismo es siempre posible; y, cuando se produce, malo para recuperar.

A esto se añade la necesidad de encontrar siempre el aval de los más distinguidos de nuestros socios, no sólo en política económica, sino en general. España fue admitida en distintos clubes y algunos, dentro y fuera, que hay gente de muy buena voluntad, llegaron a pensar que era como un socio de toda la vida. Con cierta ingenuidad, entre vergonzante y descarada, aquí quisieron comportarse a lo grande, con la mayor fastuosidad, porque estos lujos eran, creían, garantía de Gobierno europeo de pata negra. Hasta quisieron entrar en el club de los siete, el santa sanctorun, donde casi se ve a Dios. Sobre todo, el Gobierno ha necesitado la aprobación de sus pares, de la gente bien del club financiero internacional. No tenía suficiente desenvoltura, ni seguridad en sí mismo, para hacer la guerra por, su cuenta como Gran Bretaña o Italia, que tendrán muchos follones, pero, desde luego, carecen de complejo de falta de calidad europea y no sienten la necesidad de prueba permanente de limpieza de sangre y aceptación.Pero hay más: la cobertura europea, monetaria, ha sido algo buscado, también, para al reverse a hacer, mejor o peor, una política seria frente al interior: meter en caja a los sindicatos, a los profesionales, por ejemplo, y a la demagogia presupuestaria, tan penetrada de grandeza social e irresponsabilidad política. Y es que los gobiernos han necesitado ese paraguas para superar su propia debilidad, no política, sino social, y aun sus contradicciones entre las prédicas y las realidades.

Y aún hay más: España está más necesitada de dinero exterior que cualquier miembro distinguido del club, y, dentro de España, precisamente el Gobierno, en cuanto que administra ahora, con una deuda ingente e indómita, pasadas alegrías. Y eso también lo saben los prestamistas.

Y ésas son las razones políticas de las dificultades financieras. A las que se añaden todos los escándalos que sabemos, pero sólo se añaden. La raíz es otra y menos espectacular, pero más grave. Aquí, mucha gente de fuera ha perdido dinero ¿Córno van a confiar en el gestor? Han perdido el cariño que le tuvieron. Y es una pena: la política macroeconómica es más correcta de lo que ha sido en bastantes años y los datos económicos apuntan mejoras reales. Pero el mundo es ancho y largo, lugares donde emplear el dinero no faltan y eso tan sutil como la confianza política no se recupera tan fácilmente. La pérdida de la fama de seriedad, en realidad, no se recupera nunca, salvo milagro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Archivado En