Editorial:

Balladur, en baja

LA CONVICCIÓN existente en Francia, y también en otros países, de que Édouard Balladur ganará las elecciones presidenciales con facilidad se debilita por momentos. Desde hace una o dos semanas, la tendencia se ha invertido: el jefe del Gobierno se afana por todos los medios para no perder popularidad, e incluso para encontrar causas que le ayuden a recuperarla. Quizá sea exagerado atribuir a motivos electorales el serio incidente surgido entre Francia y EE UU con la expulsión de varios diplomáticos acusados de ser agentes de la CIA. Dicho incidente tiene razones propias ligadas al enfrentamien...

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LA CONVICCIÓN existente en Francia, y también en otros países, de que Édouard Balladur ganará las elecciones presidenciales con facilidad se debilita por momentos. Desde hace una o dos semanas, la tendencia se ha invertido: el jefe del Gobierno se afana por todos los medios para no perder popularidad, e incluso para encontrar causas que le ayuden a recuperarla. Quizá sea exagerado atribuir a motivos electorales el serio incidente surgido entre Francia y EE UU con la expulsión de varios diplomáticos acusados de ser agentes de la CIA. Dicho incidente tiene razones propias ligadas al enfrentamiento de Francia y EE UU en el tema decisivo de la informática. Pero es muy probable que, en otras circunstancias, el conflicto se hubiese resuelto de forma discreta entre París y Washington. Pero a Balladur, acosado por temas de corrupción y falto de carisma en su gris política diaria, le viene bien airear un acto de energía ante EE UU. Hay un amplio patrioterismo galo que, al margen de los partidos, es sensible a tales gestos.En otro terreno, Balladur se ha encontrado metido en el escándalo de unas escuchas telefónicas que él mismo ordenó en casa del médico Maréchal, suegro del juez Halpern, que está investigando el presunto pago de comisiones en la construcción de viviendas subvencionadas en el departamento de Hauts-de-Seine, considerado como un feudo del ministro del Interior, Charles Pasqua, gran apoyo de Balladur en la campaña presidencial. Balladur declaró primero que él había ordenado esas escuchas porque eran perfectamente legales. Cuando se demostró de forma tajante la ilegalidad del procedimiento, echó la culpa a la policía por haberle informado defectuosamente, y exigió la dimisión del, director de la Policía Judicial, Un golpe para Pasqua que éste tuvo que encajar. Todo ello pone de relieve no sólo que el poder está metido en graves escándalos, sino las grietas en el partido gaullista RPR (Agrupación para la República). Y no sólo la obvia entre Chirac y Balladur, sino en el propio campo de éste.

La expresión más directa del descenso del prestigio de Balladur está en los últimos sondeos: en tres de éstos, realizados por diversos institutos, la cota del jefe del Gobierno cae de manera acusada, en beneficio obviamente de Chirac y sobre todo del socialista Jospin. Y el dato quizá más indicativo es que, en un sondeo que pretende definir la actitud del elector en la segunda vuelta, Jospin aparece por encima de Balladur. Con todo, sería absurdo sacar conclusiones precipitadas: Balladur sigue siendo el candidato con más posibilidades, y Jospin no puede sensatamente pensar en llegar al Elíseo.

Ha desaparecido la idea de que la elección está decidida de antemano. La presunta ventaja que tiene Balladur al ser jefe de Gobierno parece que no es definitiva. Ello le ata a una política que ya está en los hechos, y a los franceses les gusta algo de ilusión y de sueño, al menos con motivo de las elecciones presidenciales.

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