Cartas al director

Aclaración necesaria

No he podido leer hasta hace poco la carta de la señora Barral titulada ¡Pobre Buero! y publicada en EL PAÍS del 23 de enero pasado. Inducida, al parecer por carta anterior -no mía-, da su versión de lo que llama extrañamente la "polémica del cobro" -pues no hubo polémica alguna- de su colaboración en mi obra Caimán, estrenada en 1981. Lo cual, y bien a disgusto mío, me obliga a algunas precisiones, pues de aquella "colaboración" de la señora Barral hay cosas que ella recuerda muy mal. No supe yo lo que tuviera que ver dicha señora con mi estreno, por estar fuera de Madrid, hasta la noche del ...

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No he podido leer hasta hace poco la carta de la señora Barral titulada ¡Pobre Buero! y publicada en EL PAÍS del 23 de enero pasado. Inducida, al parecer por carta anterior -no mía-, da su versión de lo que llama extrañamente la "polémica del cobro" -pues no hubo polémica alguna- de su colaboración en mi obra Caimán, estrenada en 1981. Lo cual, y bien a disgusto mío, me obliga a algunas precisiones, pues de aquella "colaboración" de la señora Barral hay cosas que ella recuerda muy mal. No supe yo lo que tuviera que ver dicha señora con mi estreno, por estar fuera de Madrid, hasta la noche del ensayo general, en la que hube de inquirir la razón de su presencia, pues Collado nada me había dicho. De saberlo a tiempo lo habría desaconsejado, justamente por ser ella la compañera de un importante crítico. Pero me avine sin dificultad ante el hecho consumado.Dice ella haberle hecho gratis al director aquella frase musical de 14 notas; claro que gratis, pues todos sabemos que los derechos de autor se cobran por la SGAE. Pero yo, entonces, de esa "colaboración" original nada sabía; ella se me presentó tan sólo como la "arreglista musical" del espectáculo. Fui yo el sorprendido ante la primera liquidación al ver que había una participación de derechos por mí desconocida. Se me informó de que la señora Barral había ido sin pérdida de tiempo a la SGAE para reclamar su inclusión en la ficha, lo que, increíblemente, consiguió sin ser yo consultado y sin mi acuerdo, como es preceptivo. (Pero esto es otra historia ... ). Informada ella, a su vez, de mi queja por el incumplimiento de un trámite obligado, me llamó por teléfono para ofrecerme la retirada de su frase musical. Le dije que lo único que me había disgustado era la irregularidad cometida, pero como sus notas, ahora identificadas como suyas, funcionaban bien, no había por qué suprimir nada. Así que la obra, primero en Madrid y después en provincias, anduvo meses con la "colaboración" rindiendo sus modestos derechos y con mi conformidad.

Hasta que la casualidad -¿el azar?- me dio a conocer, ya en abril, el origen real de aquellas notas: las variaciones de Mozart convertidas en popular canción infantil. Y entonces sí: más bien consternado, pero sin la menor "reacción violenta" que ella me atribuye, pedí un peritaje. Sabedora la señora Barral de ello, no se demoró en mandar a la SGAE, con fecha 19 de mayo de 1982, una renuncia a la ficha y a los derechos cobrados en estos términos: "... En su día hice una adaptación de una canción infantil partiendo de unas variaciones de Mozart. Posteriormente he podido comprobar que lo que realmente se interpreta en la obra son las variaciones citadas y no mi adaptación". Por lo que devolvía, no las 5.000 pesetas que cita, sino 93.000 pesetas. Es de lamentar que no se diera cuenta -ni siquiera en el ensayo general al que asistió- de que lo que se tocaba en aquella- frase no era suyo y que tardase en advertirlo sólo unos ocho meses después, casualmente cuando yo pedí el peritaje.

Otro aspecto de esta cuestión, denotativo de su temprano interés por cobrar como propia aquella frase musical, sucedió en octubre de 1981, muy reciente el estreno madrileño de la obra; pero el "pobre Buero" optó por dejarlo atrás para no enconar más las cosas. "Olvidado" durante 14 años, espero no verme ya en la precisión de recordarlo.-

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