Tribuna:

Israel,el fin del aislamiento

Vientos de paz, intereses económicos y la, necesidad de mantenerse a tono con estos tiempos de vertiginoso cambio en Oriente Próximo están erosionando la barrera de recelo que separó a árabes e israelíes desde la creación del Estado judío en 1948. En la atmósfera de optimismo nadie olvida, sin embargo, que, los obstáculos en la marcha hacia un arreglo de verdadero alcance regional persisten y que la acogida de los Gobiernos árabes al ballet diplomático israelí entraña riesgos internos.Con un viaje sorpresa a Omán, el pasado lunes, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, extendió su estrategia...

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Vientos de paz, intereses económicos y la, necesidad de mantenerse a tono con estos tiempos de vertiginoso cambio en Oriente Próximo están erosionando la barrera de recelo que separó a árabes e israelíes desde la creación del Estado judío en 1948. En la atmósfera de optimismo nadie olvida, sin embargo, que, los obstáculos en la marcha hacia un arreglo de verdadero alcance regional persisten y que la acogida de los Gobiernos árabes al ballet diplomático israelí entraña riesgos internos.Con un viaje sorpresa a Omán, el pasado lunes, el primer ministro israelí, Isaac Rabin, extendió su estrategia hacia la península Arábiga. Como los ricos emires de la zona generalmente actúan en concierto, la hospitalidad de Muscat refleja la tácita aceptación de sus vecinos. El viaje de Rabin al sultanato de Qabús Bin Said afianza la impresión de que Israel, consciente de la falta de progresos en sus negociaciones con Siria, está buscando un contrapeso interesante. ¿Qué mejor manera para presionar a Siria?

Un viaje como el de Rabin resultaba hasta hace dos años impensable: Cuando el viceministro de exteriores, Yosi Beilin, presidió la primera expedición diplomática a Omán en mayo pasado, Leslie Susser, el veterano corresponsal del semanario The Jerusalem Report que le acompañó en la visita, observó: "Hay una cualidad surrealista en esta camaradería del desierto; parece desafiar las inmutables leyes de Oriente Próximo y transfomar en absurdos los estereotipos de ayer".

El cambio es real. Se origina en el apretón de manos entre israelíes y palestinos el 13 de septiembre de 1993 en Washington. Si los protagonistas del, viejo conflicto podían pactar la paz, ¿no ha llegado acaso la hora para que árabes geográficamente distantes de los palestinos abandonen la hostilidad hacia Israel a fin de discutir contratos con empresarios judíos?

Jordania capturó la idea al vuelo. En octubre pasado pactó formalmente la paz con Israel, convirtiéndose así en el segundo país árabe, después de Egipto, en establecer relaciones diplomáticas con el Estado judío. El caso de Egipto, que firmó la paz en 1979, nunca fue un ejemplo de armonía. Esa relación todavía cae en la categoría de una paz fría, un estado que el presidente israelí, Ezer Weizman, trató de superar invitando este mes a su homólogo Hosni Mubarak para una visita oficial a Israel. Mubarak declinó por temor a la reacción de los integristas musulmanes.

La decepción israelí, provocada por esa decisión egipcia fue fugaz. Se desvaneció con el viaje relámpago de Rabin a Omán. En Israel existe euforia porque su gente está viendo el desmoronamiento del aislamiento. A pocos debió tomar por sorpresa tan audaz gesto. Omán fue, al fin y al cabo, el primer país del golfo Pérsico a cuyas puertas tocó públicamente Israel nada más pactar la paz con los palestinos. Qatar también prestó atención, y prueba de ello es que. ese país podría seguir el ejemplo de Ornán cuando el sultanato e Israel decidan abrir oficinas de intereses como ya lo han hecho Marruecos y Túnez. En el calendario del inusitado acercamiento conviene señalar el pasado 10 de septiembre, el día en que 10 países árabes y musulmanes decidieron establecer relaciones postales con el Estado judío: Argelia, Afganistán, Brunei, Yibuti, Indonesia, Jordania, Marruecos, Omán, Qatar y Túnez. -

El caso de Omán, sin embargo, merece particular atención, y no sólo por el calibre de sus periódicos encuentros entre los líderes del sultanato y de Israel: refleja la aquiescencia de Arabia Saudí, el factor dominante del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), la organización regional que agrupa, además de a los saudíes, a Omán, Qatar, Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Balirein. En septiembre pasado, el CCG anuló el boicoteo económico contra Israel. Fue la manera más simple de decir: "Hagamos negocios".

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Dificil es pronosticar una avalancha de reconocimientos diplomáticos. La línea oficial del CCG sigue siendo la misma: "Firmaremos la paz con Israel una vez que lo hagan Siria y Líbano". La voluntad árabe para hacer negocios cuanto antes con Israel existe y es cada día más apremiante. Pero el gran riesgo que los Gobiernos árabes van a tener que sopesar tiene que ver con la oposición popular y religiosa a cualquier arreglo con Israel. Balirein, que fue sacudido por motines y manifestaciones antigubernamentales de inspiración político-religiosa hace dos semanas, seguramente no está ansioso por realzar sus contactos con Israel, cuya aproximación al Golfo ya ha provocado indignación en Irán.

Un comentario de Radio Teherán difundido el martes pronosticó que todos los países que mantienen. contacto con Israel están destinados a verse frente a una crisis. No acusó directamente a Omán, pero la alusión es obvia. "La expansión de relaciones entre gobernantes árabes y el régimen sionista intensificará contradicciones internas y precipitará crisis en sus países", dijo. Y aconsejó a esos Gobiernos "no prestarse a los intereses, ilegítimos de los sionistas".

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