Reportaje:

"¡Es el Congreso, estúpido!"

Los parlamentarios frenan las reformas de Clinton para salvar sus escaños en los comicios del 8 de noviembre

Dos años han pasado ya desde que Bill Clinton descubrió que, las elecciones se ganaban mejorando la situación económica. "¡Es la economía, estúpido!", decían sus asesores, en memorable frase que sintetizaba todos sus esfuerzos por llegar a la presidencia. En el tiempo transcurrido desde entonces, la economía ha repuntado a un ritmo impensable. El crecimiento se consolida, la inflación está contenida y el desempleo es casi un mal recuerdo. Clinton, sin embargo, está hundido en el peor momento de su gestión. Su popularidad es raquítica (menos del 40%) y sus principales reformas internas está...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Dos años han pasado ya desde que Bill Clinton descubrió que, las elecciones se ganaban mejorando la situación económica. "¡Es la economía, estúpido!", decían sus asesores, en memorable frase que sintetizaba todos sus esfuerzos por llegar a la presidencia. En el tiempo transcurrido desde entonces, la economía ha repuntado a un ritmo impensable. El crecimiento se consolida, la inflación está contenida y el desempleo es casi un mal recuerdo. Clinton, sin embargo, está hundido en el peor momento de su gestión. Su popularidad es raquítica (menos del 40%) y sus principales reformas internas están paralizadas. ¿Por qué? "¡Es el Congreso, estúpido!".Sí, el Congreso. Las elecciones del próximo 8 de noviembre han agudizado la tendencia tradicional de los congresistas norteamericanos a defender los intereses locales y particulares por encima de los supuestamente nacionales. Un presidente popular hubiera podido amortiguar esa tendencia, pero en la situación actual los parlamentarios no están dispuestos a unir su suerte a la de Clinton, y abandonan el programa legislativo de la Casa Blanca para salvar sus propias candidaturas.

Más información

El resultado no puede ser más nefasto para el presidente. En 10 días, tres de las principales iniciativas legislativas del presidente han muerto en la colina del Capitolio: la reforma sanitaria, la ley de financiación de campanas políticas, el GATT y la ley para limitar la acción de los lobbies. Este último caso es particularmente revelador. Un solo senador, Ernest Hollings, preocupado por el daño que el GATT podría hacer a la poderosa industria textil de su Estado de Carolina del Sur, consiguió bloquear la votación. Su posición fue silenciosamente aplaudida por muchos de sus colegas.

Sin duda, el propio Clinton tiene parte de responsabilidad en esas derrotas. En la defensa de su programa, Clinton no ha sabido ser ni un hábil negociador con los grupos de interés ni un firme defensor de su posición. Tanto en la reforma sanitaria como en la financiación de campañas, el presidente ha chocado frontalmente con intereses fundamentales en la política de Washington, como compañías de seguros, sindicatos y lobbies. Cuando intentó dialogar, Clinton dio la imagen de un presidente débil y dubitativo. Como consecuencia, sus propuestas han llegado a los ciudadanos de una forma distorsionada y confusa. Una encuesta del semanario- Newsweek muestra que en menos de un año el apoyo popular al plan de salud de la Casa Blanca ha caído del 59% al 40%.

Otro sondeo de The Washington Post afirma que el concepto que los norteamericanos tienen de cómo manejan los republicanos los problemas del país ha mejorado en todos los apartados, mientras que el de los demócratas desciende en todos menos en el de la lucha contra el crimen. La gran paradoja es que una mayoría de ciudadanos cree que los republicanos superan a los demócratas en el tratamiento de ¡la economía!.

Espoleados por estas encuestas, los republicanos, de la mano de su más agresivo y popular líder en el Capitolio, el representante Newt Gingrich, se han lanzado a la destrucción del programa de la Casa Blanca. Los candidatos republicanos casi doblan las expectativas de voto de los demócratas de cara a las elecciones de noviembre, en las que, de no corregirse la tendencia actual, el partido en el poder puede sufrir un cataclismo histórico.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Ante este riesgo, los congresistas demócratas, envueltos en la campaña, tratan de separarse de la imagen del presidente y de defender su propia gestión.

Incluso si los resultados del mes que viene no son tan catastróricos como se cree, Bill Clinton va a tener que lidiar con un Congreso todavía más hostil que el que tiene en la actualidad.

Archivado En