Entrevista:

"La izquierda es la democracia interminable'

A sus 71 años conserva en los ojos ese brillo de curiosidad que da la juventud intelectual y el amor a la vida, lo que tal vez sea la forma más tranquila de triunfar en la vida. Carlos Castilla del Pino sigue siendo un médico psiquiatra comprometido con la sociedad y, aunque su perfil público es menos relevante que en los tiempos oscuros de la dictadura, continúa significando un referente de moral cívica para muchos españoles de distintas generaciones. La pasada semana dirigió un curso sobre el suicidio en la Universidad Menéndez y Pelayo de Santander.Pregunta. ¿Se han reflejado en su c...

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A sus 71 años conserva en los ojos ese brillo de curiosidad que da la juventud intelectual y el amor a la vida, lo que tal vez sea la forma más tranquila de triunfar en la vida. Carlos Castilla del Pino sigue siendo un médico psiquiatra comprometido con la sociedad y, aunque su perfil público es menos relevante que en los tiempos oscuros de la dictadura, continúa significando un referente de moral cívica para muchos españoles de distintas generaciones. La pasada semana dirigió un curso sobre el suicidio en la Universidad Menéndez y Pelayo de Santander.Pregunta. ¿Se han reflejado en su consulta los cambios sociales y políticos de estas dos últimas décadas?

Respuesta. Sí se han reflejado, pero de una forma muy compleja. Los factores de decepción no se planteaban en la consulta en las postrimerías del franquismo porque, todo lo contrario, había unas expectativas euforizantes de lo que nos podía ofrecer un cambio político y social en España. Esta decepción nos lleva a que tampoco sepamos exactamente cuál es nuestro cometido. Hoy en día sentimos un gran pudor para convertirnos en los moralizadores, los predicadores de la sociedad. Yo, desde luego, siento un gran pudor ante ello y al ser la democracia un sistema en el que las libertades están bastante desarrolladas, hace que uno mismo sea más vulnerable.

P. ¿En esa decepción social, la impostura pública, qué papel ha desempeñado?

R. Mire usted, ése es un tema que está muy en el ánimo de todos. Una cosa es que la democracia nos exija el aprendizaje del respeto al otro, y otra cosa es que tengamos que tener no ya amnesia, sino negación voluntaria de nuestros recuerdos. Esto es algo que en España está creando bastantes más problemas de los que pretende resolver. Y da pie a que la gente no sólo se lance de una manera impúdica y con carácter fraudulento a la carrera de la trepa, sino es que además estos mismos están haciendo posible el olvido de todos aquellos que un momento determinado tuvieron una posición relativamente precisa y concreta ante las situaciones que planteaba el antiguo régimen. Yo mismo no me he calificado nunca de héroe, ni estoy dispuesto a que se me acepte ese calificativo, pero noto que hay mucha gente que no quiere sabor nada de nosotros porque parecería que la simple presencia nuestra podría constituir un reproche para ellos. Las cosas son como son. Me parece necesario que en España se hiciera borrón y cuenta nueva de ahora para adelante, y a mí me parece eso una tarea tan urgente que la suscribo en un 100%. Pero eso no quita para que, no sólo la labor, de los historiadores, esa memoria esté presente en todos los que hemos cumplido una determinada edad.

Amnesia social

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P. ¿Esa amnesia social puede estar en el origen de esa falta de. identidad que padece hoy la izquierda?R. Hoy en día hemos tenido que volver a términos tan ambiguos como progresismo, porque realmente no tenemos una especie de sistema dentro de lo que llamaremos la izquierda en donde podamos ubicarla y que constituyera nuestro referente. A mí esto me parece también esencial. Yo he tratado de definir lo que sería la izquierda en la actualidad. Yo creo que la izquierda, en la actualidad, hay que identificarla con la concienciación de que la democracia es un sistema interminable. La democracia no es que sea perfectible, es que1a democratización es un proceso que no termina nunca. Hoy en día, una conquista no es más que una etapa que precede a otra.

P. ¿El amor y el trabajo siguen siendo para usted las dos empresas más importantes de una vida?

R. Yo concibo el trabajo como amor, y quitaría la palabra trabajo porque vivo de una profesión que me da para vivir, vivo bien y además lo paso muy bien, y realmente eso es un privilegio. Yo le puedo decir a usted con toda sinceridad que no he trabajado en mi vida. Si una persona le ve estudiando, escribiendo durante horas y dice: ¡qué barbaridad, siempre trabajando, estudiando! Aquí no hay trabajo que valga. Yo estoy haciendo lo que me divierte. Amo eso que se llama trabajo y que no le llamaría propiamente trabajo, porque trabajo viene de tortura, viene del latín, que definía un aparatejo donde se sometía a tortura a determinadas personas. Además hay otra cosa que me parece que es fundamental y que está ligado al amor. De la misma manera que cuando se ama un determinado objeto que es al mismo tiempo sujeto, uno está constantemente indagando en esa persona, porque siempre es inaccesible y por tanto interminable para el otro, pues también me parece que esa otra faceta del trabajo, en el sentido amplio de la palabra, es fundamental. Para mí el trabajo profesional es un espectáculo que está ofreciendo todos los días nuevas incitaciones.

P. ¿El fracaso social es la depresión y el éxito, la felicidad en esta sociedad?

R. Ésa es una trampa. Tomar ese tipo de éxito como realización. es una trampa que se paga muy caro y que se paga tardíamente. No solamente han aumentado las depresiones, sino que han aumentado las depresiones tardías, las depresiones a partir de los cincuenta. Son depresiones en las que prácticamente ve usted una especie de esquema: "He puesto toda la carne en el asador y he pagado un altísimo precio por algo que realmente no vale la pena". Esas depresiones poséxito de las cuales habló Freud y que eran rarísimas en su época hoy son sumamente frecuentes.

P. ¿Cómo ve a la juventud?

R. Los cambios en la juventud son extraordinarios. Tenga usted en cuenta el enorme caudal informativo que recibe hoy un muchacho. Pero, además, hay otro aspecto, que es la libertad sexual. Mire usted, yo veo muchísimos pacientes de comarcas rurales en las que hoy día el embarazo de una adolescente se considera algo absolutamente natural. Entre los anos 1968 y 1972 tenía consulta tres días a la semana dedicados exclusivamente y de manera desinteresada a atender a estudiantes. Y las estudiantes traumatizadas por esa compulsión a una libertad sexual no asumida tenían tales traumas psicológicos que verdaderamente a uno le dejaban... Hoy en día eso ya no pasa. Hoy la libertad sexual tiene un carácter no de exhibición, no de yo no tengo tabúes.

'Quantum' de corrupción

P. ¿Y la corrupción pública, cómo ha vivido su eclosión?R. Fuera de la actuación profesional me comporto como un ingenuo. Tardé mucho tiempo en convencerme de que la corrupción tenía una magnitud de la índole que luego se demostró que tenía. Y tuvieron que demostrármelo mediante un acta de una sesión de la Diputación de Córdoba para darme cuenta. Sin embargo, respecto a la corrupción quiero decir dos cosas. Primero, que toda democracia tiene un quántum de corrupción, y que lo que hace falta son mecanismos de control para que al que se le coja se le castigue; en segundo lugar, creo que, por fortuna, hemos llegado a un techo, y el techo nuestro ha sido menos alto que el que han tenido los italianos, por lo que creo que las oportunidades de solución son mejores en España. Creo que vamos a entrar en una nueva etapa. Además, hay algo importante. Pese a todo lo que se habla del final de los valores mi contacto con los jóvenes me revela que necesitan personas concretas a las que mirar. Y me parece que esto es algo que se ha olvidado en los últimos tiempos. En la época de mi adolescencia, en mi familia, siempre se me hablaba de personas que eran testimonio, que podían tener sus facetas -no eran monolitos-, pero eran testimonios ejemplares de una actitud fundamentalmente ética. Procedo de la Institución Libre de Enseñanza y debo decirle que hasta exageraban un tanto esta faceta. Pero no está mal. Cuando Ortega escribe la necrológica de Gumersindo Azcárate, y a mí no se me olvida. Son esas figuras que cuando las veíamos pasar decíamos ¡Ahí va don Gumersindo! Es decir, esas personas que constituían una figura concreta, no canonizada, de ejemplaridad ética.

P. ¿Me podría dar tres nombres actuales para que los sepan los jóvenes o le pongo en un compromiso?

R. No me pone en ningún compromiso, es que no los hay. Sinceramente, no los considero.

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