"Los hutus nos impedían volver a casa"

Etienne Gérard Ruremesha no es un regresado arquetípico. Era guía turístico y tenía coche propio, lo que le clasificaba como acomodado en Kigali. Pero su experiencia personal proporciona algunas claves para entender por qué los refugiados no vuelven a Ruanda en mayor número. "Nos fuimos toda la familia cuando Kigali estaba a punto de caer en manos de los rebeldes. Cargamos a 13 personas con sus enseres en el coche y viajamos hasta Goma, en Zaire", explica.Pero los Ruremesha, hutus, se toparon con la espantosa realidad de Goma. "Los soldados zaireños abusaban de nosotros y nos extorsionaban cad...

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Etienne Gérard Ruremesha no es un regresado arquetípico. Era guía turístico y tenía coche propio, lo que le clasificaba como acomodado en Kigali. Pero su experiencia personal proporciona algunas claves para entender por qué los refugiados no vuelven a Ruanda en mayor número. "Nos fuimos toda la familia cuando Kigali estaba a punto de caer en manos de los rebeldes. Cargamos a 13 personas con sus enseres en el coche y viajamos hasta Goma, en Zaire", explica.Pero los Ruremesha, hutus, se toparon con la espantosa realidad de Goma. "Los soldados zaireños abusaban de nosotros y nos extorsionaban cada día. No había ningún tipo de higiene ni de alimentos. Y en cuanto comentamos públicamente la posibilidad de volver, fueron los milicianos hutus llegados con nosotros de Ruanda los que nos amenazaron para impedir que volviésemos a casa".

"Al que hablaba de irse, le robaban o le quemaban el coche, si lo tenía, o le pegaban una paliza", sigue Etienne Gérard, "porque saben que su fuerza está en permanecer rodeados de cientos de miles de refugiados, a la espera de un retorno militar y una nueva guerra civil. Así que una noche, la del 28 de julio, conseguí gasolina y preparé el coche discretamente. Lo organicé todo con los adultos de la familia, pero no dije nada a los niños, por si charlaban por ahí".

"Por la mañana temprano", prosigue el relato, "tomamos un poco de té y lo cargamos todo, pregonando a diestro y siniestro que nos íbamos a un campo de refugiados más hacia el norte porque en Goma no se podía vivir. En lugar de eso, me metí por callejuelas y llegué hasta la frontera por caminos secundarios. Una vez ante la barrera ya no podían hacerme nada". Y los 13 miembros de la familia cruzaron sin problemas los 12 controles militares entre Goma y Kigali. "Aquí nadie me ha puesto problemas," concluye. "Encontramos nuestra casa saqueada, pero la estamos arreglando. Y procuro trabajar como taxista hasta que vuelva el turismo a Ruanda".

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