Editorial:

Explicar no es pecado

HORAS DESPUÉS de que Felipe González reconociera ante la dirección de su partido que el problema era de "falta de explicación a los ciudadanos", la representación socialista en la junta de portavoces (respaldada por sus aliados nacionalistas) rechazó ayer la petición de comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno para explicar sus acuerdos con Pujol. Los dirigentes socialistas, guerristas o renovadores, hablan mucho estos días del "cambio de estilo" en la forma de gobernar. Pero si ese cambio no pasa por la disposición a dar explicaciones sobre asuntos controvertidos, ¿quién puede ...

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HORAS DESPUÉS de que Felipe González reconociera ante la dirección de su partido que el problema era de "falta de explicación a los ciudadanos", la representación socialista en la junta de portavoces (respaldada por sus aliados nacionalistas) rechazó ayer la petición de comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno para explicar sus acuerdos con Pujol. Los dirigentes socialistas, guerristas o renovadores, hablan mucho estos días del "cambio de estilo" en la forma de gobernar. Pero si ese cambio no pasa por la disposición a dar explicaciones sobre asuntos controvertidos, ¿quién puede tomárselo en serio?El argumento de que los contactos entre González y Pujol son "los normales entre dos dirigentes políticos" no es aplicable. La entrevista se produjo poco después de la derrota del partido del Gobierno en las elecciones europeas, y tras el rechazo del presidente de la Generalitat a la presentación de una cuestión de confianza que confirmase públicamente su apoyo al Gobierno. La petición de explicaciones es, en esas condiciones, lógica.

Se alega la necesidad de no hacer el juego a los sectores que han puesto en circulación insinuaciones demagógicas sobre las contrapartidas exigidas por Pujol: razón de más para acudir al Parlamento a desmentir tales insidias. Si estuviera en vigor la reforma del reglamento que prevé la comparecencia semanal del presidente, ni siquiera habría que hablar de este asunto. Adelantarse a aceptar esa comparecencia, aunque no sea obligatorio hacerlo, sí que sería un cambio de estilo, entender el mensaje y acercar el Parlamento a las preocupaciones de la calle: algo especialmente urgente cuando hay síntomas de un cierto distanciamiento entre ésta y las instituciones.

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