Entrevista:

"Los jóvenes se han convencido de que el racismo es un atraso"

"Si me espera un ratitito, por favor...", pide, tras ponerse unos pendientes, mientras se empolva la nariz para las fotos. Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz en 1992, está cansada tras una visita maratoniana de nueve días por España, invitada por diversas organizaciones no gubernamentales. Esta india quiché, de 35 años, autodidacta, se ha convertido, en los últimos dos anos, en la voz y el rostro de los pueblos indígenas del planeta. Menchú se muestra convencida de que ahora más que nunca "existe un lenguaje común para que podamos entendemos, porque sobre, todo los jóvenes se han convenc...

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"Si me espera un ratitito, por favor...", pide, tras ponerse unos pendientes, mientras se empolva la nariz para las fotos. Rigoberta Menchú, premio Nobel de la Paz en 1992, está cansada tras una visita maratoniana de nueve días por España, invitada por diversas organizaciones no gubernamentales. Esta india quiché, de 35 años, autodidacta, se ha convertido, en los últimos dos anos, en la voz y el rostro de los pueblos indígenas del planeta. Menchú se muestra convencida de que ahora más que nunca "existe un lenguaje común para que podamos entendemos, porque sobre, todo los jóvenes se han convencido de que el racismo es un atraso".Pregunta. ¿Cree que la solidaridad es posible en una Europa donde crece el racismo?

Respuesta. La mayoría de la gente con la que me he encontrado han sido jóvenes, muy entusiasmados, muy ansiosos de recibir ese mensaje. Pienso que hay una búsqueda de referencias por parte de la juventud y una nueva concienciación para entender los valores culturales de nuestra gente.

P. El interés que despierta ¿responde a su popularidad o al compromiso verdadero?

R. Sé que muchos sectores nunca me verán con derecho a nada por ser mujer y por no pertenecer a la clase a la que normalmente se corteja en el mundo. Pero más que nunca hay causas y convicciones comunes para luchar.

P. ¿Cuáles son los problemas más urgentes de los indígenas en Latinoamérica?

R. Lo más importante es quizá un diagnóstico de cómo les han afectado los conflictos armados internos y de cuántos están en riesgo de estar aniquilados antes de que termine el siglo. Otro problema es la falta de un órgano internacional donde puedan acudir. La ONU tiene un papel, pero no es exactamente el adecuado para influir en su vida. Vamos a tener que buscar nuevas tribunas. Un 90% de la población está al margen de la educación, la universidad y la escuela.

P. ¿Cuál es el papel aquí de la Iglesia católica?

R. La Iglesia católica ha hecho una llamada para que se intensifique una relación distinta con los indígenas. Cada vez ha tenido un mayor respeto. Pero hoy por hoy juegan también un papel muy importante las iglesias evangélicas. También hay un resurgir de la expresión religiosa propia. Paradójicamente, el deterioro social es mayor en parte por el desarrollo tecnológico incontrolado, pero creo que no hubo una época mejor para los indígenas que ésta. Hay luchas de los hispanos en Estados-Unidos, de los negros, de las mujeres. Y un afán para replantear los métodos de desarrollo que se han estado utilizando y que han sido despojar al indígena de la comunidad, imponiéndole el concepto de cooperación.

P. ¿Qué proyectos ha perfilado con España?

R. He mantenido algunos contactos informales con el Ministerio de Asuntos Exteriores. En lo que respecta a Guatemala, tenemos el compromiso de hacer un diagnóstico nacional sobre cómo ha de ser ese desarrollo, después de la firma de los acuerdos de paz, aunque por el momento no está muy claro cómo va a articularse esta tarea, en la que tendrá que participar la sociedad civil.

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