La ciudad desde arriba

Deshollinador, un oficio que languidece entre el olvido y la necesidad

Monos negros con arneses plagados de cuerdas, caretas protectoras y pasamontañas, escaleras y cepillos interminables. Así trabajan los pocos deshollinadores que perduran en Madrid. Su utillajes pueden asustar a cualquier vecino que no haya requerido de sus servicios, y, sin embargo, las cifras de incendios provocados por el mal estado de las chimeneas, a juicio de los bomberos y de los profesionales del hollín, siguen sin producir el más mínimo temor entre constructores, propietarios y autoridades municipales.Ni los chalés y viviendas de nueva construcción ni todos los colegios y hospitale...

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Monos negros con arneses plagados de cuerdas, caretas protectoras y pasamontañas, escaleras y cepillos interminables. Así trabajan los pocos deshollinadores que perduran en Madrid. Su utillajes pueden asustar a cualquier vecino que no haya requerido de sus servicios, y, sin embargo, las cifras de incendios provocados por el mal estado de las chimeneas, a juicio de los bomberos y de los profesionales del hollín, siguen sin producir el más mínimo temor entre constructores, propietarios y autoridades municipales.Ni los chalés y viviendas de nueva construcción ni todos los colegios y hospitales cuentan con salidas de humos acordes con la normativa europea. "Ni siquiera está previsto, en la mayoría de los casos, que una vez al año sean limpiados", aseguran los técnicos municipales consultados.

Ser deshollinador autónomo en España es complicado desde el punto de vista burocrático. Por ejemplo, esta profesión no está recogida en el catálogo relativo a licencias fiscales, por lo que estos profesionales han de acogerse a la categoría de albañil sin cualificación.

Algunos, como Ricardo González Cuesta, aprendieron a ser deshollinadores en el extranjero. A él, como a sus compañeros, le gusta transformar un elemento del hogar sucio y peligroso en algo limpio y acogedor.

"El fuego y el calor es algo importante en una casa, por eso se le llama hogar", afirma Ricardo.

Por otro lado, las vistas que pueden contemplarse desde los tejados son privilegiadas. "En la mayoría de los casos es peligroso subirse a los tejados porque los constructores no piensan en que, nos tenemos que subir, pero contemplar una ciudad desde arriba, después de vencer el equilibrio resulta, además de toda una aventura, bastante reconfortante y hasta romántico".

En Alemania, donde Ricardo aprendió los gajes del oficio, los deshollinadores van impecablemente vestidos: chaqué con botonaduras doradas, sombrero largo de copa, y sólo un largo cepillo asido, a su habitual vehículo, una sencilla bicicleta. Allí son personajes que los niños relacionan con Santa Claus o cuentos como el de Mary Poppins y los supersticiosos, incluso, aseguran que ser visitado por uno de ellos es augurio de buena suerte. En Yugoslavia, los deshollinadores son recibidos con alegría. Allí, tocarles la chepa es garantía de salud.

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En la Comunidad de Madrid aún perduran las cocinas de carbón y leña junto a las habituales chimeneas, también llamadas francesas. Sin embargo, la práctica de limpiar sus tiros al menos una vez al año casi se ha extinguido en las más antiguas y el hollín acumulado llega en ocasiones a convertirse en un verdadero polvorín.

Tal y como reconoce Clara Teruel, asesora técnica del Departamento de Extinción de Incendios del Ayuntamiento de Madrid, "las viejas subidas de humos de aquellas cocinas dé leña han en contrado empleo como conductos de evacuación de gases de las actuales campanas extractoras de humos y requieren de los bomberos un número considerable de intervenciones".

De acuerdo con las estadísticas que manejan los . bomberos del Ayuntamiento de Madrid, los incendios desatados por esta causa generaron el año pasado un total de 293 intervenciones.

Para luchar contra estos riesgos, Clara Teruel recomienda: "Por un lado, la limpieza, tanto en las. subidas de humos como la sustitución de filtros en campanas extractoras, y por otro, revisar las chimeneas".

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