Una fractura ligada a la edad
La fractura sufrida ayer por el papa Juan Pablo II no representa un riesgo para su normal actividad de vida, pero restringirá en buena medida su movilidad física durante un tiempo, según la experiencia médica. La rotura de la extremidad superior del fémur con desviación de su articulación en la cadera es un problema ligado especialmente a la edad y relacionado con la pérdida de masa ósea u osteoporosis que afecta a las personas mayores. La intervención quirúrgica a que fue sometido ayer el Pontífice se realiza de forma rutinaria en los hospitales españoles.
En personas jóvenes, la ...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
La fractura sufrida ayer por el papa Juan Pablo II no representa un riesgo para su normal actividad de vida, pero restringirá en buena medida su movilidad física durante un tiempo, según la experiencia médica. La rotura de la extremidad superior del fémur con desviación de su articulación en la cadera es un problema ligado especialmente a la edad y relacionado con la pérdida de masa ósea u osteoporosis que afecta a las personas mayores. La intervención quirúrgica a que fue sometido ayer el Pontífice se realiza de forma rutinaria en los hospitales españoles.
En personas jóvenes, la fractura suele repararse mediante fijación del hueso con placas o tornillos que con el tiempo se integran en la estructura ósea. Pero en el caso del Papa, y teniendo en cuenta que es un paciente de 73 años, se ha optado por una cirugía radical que consiste en quitar la cabeza femoral y sustituirla por una prótesis artificial. Esta técnica permite un tiempo de recuperación más rápido y evita las posibles complicaciones posoperatorias, más acusadas en ancianos.
En este tipo de operaciones no es habitual inmovilizar después al paciente, sino todo lo contrario. Superados los efectos de la intervención y de la anestesia, se recomienda sentar al enfermo y, en los días siguientes iniciar, un periodo de rehabilitación.