Cartas al director

Las inversiones japonesas

En estos últimos días, la crisis de Santana Motor llena muchas páginas de los periódicos, en las que algunos de los interesados critican duramente las inversiones japonesas. Sus acusaciones se basan en la imposibilidad de aplicar el sistema empresarial japonés en otros países o de la mala intención de los inversores japoneses. A mi juicio, es injusto que teniendo en cuenta sólo un caso concreto juzguen las inversiones japonesas en un modo generalizado. La inversión es una actividad puramente económica, y cada empresa toma las decisiones sobre sus actividades, según su propia estrategia.Además,...

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En estos últimos días, la crisis de Santana Motor llena muchas páginas de los periódicos, en las que algunos de los interesados critican duramente las inversiones japonesas. Sus acusaciones se basan en la imposibilidad de aplicar el sistema empresarial japonés en otros países o de la mala intención de los inversores japoneses. A mi juicio, es injusto que teniendo en cuenta sólo un caso concreto juzguen las inversiones japonesas en un modo generalizado. La inversión es una actividad puramente económica, y cada empresa toma las decisiones sobre sus actividades, según su propia estrategia.Además, aunque exista cierta diferencia de la cultura empresarial entre Japón y España, no es adecuado poner demasiado énfasis en ella. Para aclarar la irracionalidad de las acusaciones, basta señalar que Japón es el tercer país del mundo con más inversiones en el extranjero. ¿Cómo puede seguir haciendo tantas inversiones si el modelo japonés es totalmente inaceptable en otros países? No se debe olvidar el hecho de que la mayoría de las inversiones japonesas tiene buen éxito en todo el mundo.

Pero si por desgracia el proyecto no resulta rentable, las empresas privadas, que por su naturaleza buscan el máximo del beneficio, no tienen más remedio que retirarse. Esto es un duro principio de la economía del mercado. Cuantos más obstáculos pongan a ese principio, tanto más difícil será atraer inversiones extranjeras en el futuro.

Por otra parte, comprendo las inquietudes que tienen los hogares en amenaza del despido. Si la retirada es inevitable, naturalmente los empresarios deben indemnizar a sus empleados conforme a las normas establecidas.

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La crisis de Santana Motor será un caso pionero para pronosticar si Japón y España pueden mantener relaciones maduras o no. Espero que la tradicional bondad de las relaciones bilaterales no se quede afectada por la actividad económica de una empresa privada.-

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