Sin cortar cabezas de hombre

Una maquinista de tren, una patrona de barco, una bombera y una minera, galardonadas por Mujeres Progresistas

Ya no es el machismo lo que impide a una mujer ser maquinista de tren, bombero, patrona de barco o minero en España. Lo aseguran Ana María Ruiz, Pilar Hernán, Rosa Compte, y María Luisa Rivero, que son veteranas en estas. profesiones y que forman parte de las galardonadas con el premio anual concedido por la Federación de Mujeres Progresistas. Todas coinciden en que la razón de que cada una de ellas siga siendo un caso raro en su respectivo campo son las trampas que los estereotipos sexistas tienden a las propias mujeres. "Para las mujeres es duro abrirse camino, pero para avanzar no es necesa...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Ya no es el machismo lo que impide a una mujer ser maquinista de tren, bombero, patrona de barco o minero en España. Lo aseguran Ana María Ruiz, Pilar Hernán, Rosa Compte, y María Luisa Rivero, que son veteranas en estas. profesiones y que forman parte de las galardonadas con el premio anual concedido por la Federación de Mujeres Progresistas. Todas coinciden en que la razón de que cada una de ellas siga siendo un caso raro en su respectivo campo son las trampas que los estereotipos sexistas tienden a las propias mujeres. "Para las mujeres es duro abrirse camino, pero para avanzar no es necesario cortar cabezas de hombres, sino saber lo que se quiere y luchar por ello en su propio terreno", dice Rosa Compte. Ella tuvo que esperar a que un decreto le abriese las puertas, dos años después de la muerte del general Francisco Franco, en una profesión que, hasta entonces, estaba vetada a las mujeres.

Más información

Fui la primera mujer en presentarme al exámen de patrón de barco en la zona del Mediterráneo", explica en su casa de Benicarló (Castellón) Rosa, de 60 años de edad. El temporal que ha arreciado en la zona la pasada semana la ha dejado telefónicamente incomunicada durante tres días y ha impedido que saliese a la mar con el barco pesquero familiar de siete metros de eslora. "No tengo dudas de que los miembros del tribunal que me examinaron me lo pusieron más difícil que al resto de los aspirantes, que eran hombres; mientras a mí me tuvieron una hora y cuarto de interrogatorio, a los demás los despacharon con 15 minutos", dice.

Su pasión por el mar venía de antiguo. "Mi marido era mecánico en un barco mercante extranjero; durante siete años lo acompañé en sus viajes por todo el mundo hasta que nuestro hijo cumplió los doce años de edad y ya no podía seguir su formación a base de mis clases y de exámenes por libre". "A bordo sólo éramos dos mujeres; lo único que echaba a veces de menos eran pequeños detalles como ir a la peluquería o tonterías como acompañar la comida con un poco de gaseosa con vino, cosa que los extranjeros no hacen", añade.

A su regreso a España, su marido decidió comprar un barco pesquero. "Me encanta la mar, es como una adicción" dice Rosa. Todos los días, excepto el sábado y el domingo, Rosa toma el timón de nueve a cuatro de la tarde. Luego solventar lo casera. "No es perfecta, pero hace tiempo que superé el complejo de culpa que ello suele generar".

En Madrid, Pilar Hernán, de 30 años, reconoce que nunca se le había ocurrido trabajar de bombero hasta que, justo después de terminar su doctorado de químico-física, hace cuatro años, se enteró que se había convocado una oposición para cubrir una plaza en Madrid que requería precisamente sus estudios. "Pero estoy encantada; a medida que pasa el tiempo, me atrae más lo que hago", explica. Cada once días participa en las misiones de acción en las que su función es la de decidir la estrategia de los demás bomberos.

Ana María Ruiz, maquinista de tren desde hace cuatro años y madre de dos hijos, también es una vocacional en su campo. "Me encanta conducir trenes", dice.

Por ser una pionera en esta profesión en Barcelona, su embarazo impuso un precedente insólito. "No sabían qué hacer conmigo porque todavía no, había la reglamentación que ahora prevé que, durante el embarazo, pasemos a las oficinas; yo no cabía en la cabina por la tripa", cuenta sonriendo.

"Además de conducir, un maquinista tiene que controlar los niveles de aceite y si el tren se queda inútil -se para- hay que saber arreglar la avería", añade. Lo peor en su profesión, dice, son los frecuentes accidentes mortales de transeúntes que invaden las vías.

"Los que más se extrañan de ver mujeres en los mandos son los pasajeros". "Cuando hay una avería, a veces oigo: 'Puff, una mujer, con razón no arrancamos'. Pero lo peor son los jóvenes juerguistas que se hacen los interesantes tirando de la palanca de, emergencia". Ante eso, dice, sólo hay una opción: "Arreglar la palanca y que no quede duda de que una, aunque sea mujer, no se deja tomar el pelo dos veces".

Archivado En