Editorial:

Tensión en Corea

LA TENSIÓN internacional como consecuencia de los obstáculos puestos por el régimen de Kim Il Sung para la inspección de las instalaciones en las que fabrica, con cierta probabilidad, armamento nuclear aumenta cada día. El norte vuelve a emplear un lenguaje de provocación militarista, amenazando con destruir Seúl si la guerra estalla. El Gobierno del sur ha decidido poner sus Fuerzas Armadas en estado de alerta por temor a un ataque del norte. En cuanto a EE UU, que tiene en Corea del Sur unos 35.000 soldados, ha decidido enviar misiles Patriot a la zona.El cambio que se ha producido en los úl...

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LA TENSIÓN internacional como consecuencia de los obstáculos puestos por el régimen de Kim Il Sung para la inspección de las instalaciones en las que fabrica, con cierta probabilidad, armamento nuclear aumenta cada día. El norte vuelve a emplear un lenguaje de provocación militarista, amenazando con destruir Seúl si la guerra estalla. El Gobierno del sur ha decidido poner sus Fuerzas Armadas en estado de alerta por temor a un ataque del norte. En cuanto a EE UU, que tiene en Corea del Sur unos 35.000 soldados, ha decidido enviar misiles Patriot a la zona.El cambio que se ha producido en los últimos días en la actitud del régimen comunista es claramente amenazante. Es cierto que, a lo largo de 1993 e inicio de 1994, Corea del Norte ha multiplicado las posiciones contradictorias: una semana prometía facilitar las inspecciones y parecía que todo se iba a arreglar, y de pronto anunciaba que no habría inspecciones y que estaba dispuesta, incluso, a retirarse del Tratado de No Poliferación (TNP), que implica el compromiso de admitir inspecciones periódicas del Organismo Intemacional para la Energía Nuclear (OIEA), con sede en Viena. El último viraje de Pyongyang se ha producido hace menos de dos semanas. Estados Unidos había hecho dos propuestas importantes para convencer a Pyongyang de que aceptase las inspecciones: por un lado, una negociación política entre ambos países, lo que abría la posibilidad para Corea del Norte de recibir ayudas norteamericanas en un momento en que atraviesa gravísimas dificultades económicas. Por otro, EE UU suspendería sus maniobras militares conjuntas con Seúl (constante motivo de disgusto de los norcoreanos) como una señal de buena voluntad.

Es difícil saber por qué Kim Il Sung ha tirado por la borda -en un momento de máximo aislamiento internacional- las posibilidades que Washington le había ofrecido. Una explicación es que en Pyongyang, a pesar de la rigidez del régimen comunista, se enfrentan dos tendencias, y que la más fanática se ha impuesto después de una etapa de vacilaciones. Son fenómenos habituales cuando un dictador se acerca al final de su vida como le ocurre a Kini Il Sung. Por otra parte, es posible que Pyongyang haya utilizado sus tergiversaciones para. ganar tiempo, reforzar su arsenal de misiles de largo alcance (que es apreciable) y quiera aprovechar la tensión para colocarse, sobre todo ante Asia, como un país dispuesto a dotarse del arma atómica y capaz de despreciar las presiones de EE UU.

El marco diplomático se presenta hoy en los siguientes términos: el OIEA ha remitido al Consejo de Seguridad el informe dando cuenta del fracaso de sus inspecciones en Corea del Norte. Con vistas a la próxima discusión del tema, EE UU, Francia, el Reino Unido y Rusia están preparando una resolución exigiendo a Corea del Norte que acepte las inspecciones. La próxima etapa será la adopción de sanciones para obligarla a cumplir las peticiones del Consejo de Seguridad. Pero un factor de gran peso en este enfrentamiento diplomático es China. Las relaciones entre Pekín y Washington pasan por una fase complicada. Esto ha podido estimular a Pyongyang a provocar ahora las tensiones, convencido de que China vetaría eventuales sanciones de la ONU.

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Mientras tanto, continúan los preparativos militares y las amenazas. En el plano diplomático existen aún posibilidades y tiempo para una negociación que presione a Corea del Norte hacia la sensatez.

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