Libreros remendones

Dos encuadernadores de la imprenta artesanal del Ayuntamiento han sido premiados por el Ministerio de Cultura

Llegan a sus manos descuajaringados, irreconocibles debajo del polvo o medio carcomidos por una polilla hambrienta. El tiempo es implacable con los libros, legajos y atados de periódicos de las bibliotecas municipales, pero José Luis García Rubio, el aprendiz adelantado, y Vicente Cogollor, el maestro jubilado, remiendan tomos y lomos en la imprenta artesanal del Ayuntamiento.Ambos artesanos acaban de ser premiados por el Ministerio de Cultura por sus respectivas encuadernaciones artísticas del libro Un verano en Tenerife, de la poetisa cubana Dulce María Loynaz. Los 42 empleados...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Llegan a sus manos descuajaringados, irreconocibles debajo del polvo o medio carcomidos por una polilla hambrienta. El tiempo es implacable con los libros, legajos y atados de periódicos de las bibliotecas municipales, pero José Luis García Rubio, el aprendiz adelantado, y Vicente Cogollor, el maestro jubilado, remiendan tomos y lomos en la imprenta artesanal del Ayuntamiento.Ambos artesanos acaban de ser premiados por el Ministerio de Cultura por sus respectivas encuadernaciones artísticas del libro Un verano en Tenerife, de la poetisa cubana Dulce María Loynaz. Los 42 empleados de la imprenta, que aún funciona con máquinas de 1919 y 1936, sienten los honores como propios. "El tiempo deteriora los libros, pero no los mata si están bien encuadernados", señalan los premiados. En la imprenta artesanal el personal trabaja con sus manos. Las costureras se ensartan los dediles de piel en los dedos y enceran la aguja y el hilo en parafina antes de empezar con el diente de perro, una técnica de costura para unir hojas sueltas en un solo tomo.

"Nuestro fuerte es la encuadernación, pero también tenemos un pequeño taller de restauración. Encuadernamos los libros de registro para todas las oficinas del Ayuntamiento, los libros en mal estado que nos llegan de las 22 bibliotecas municipales y la prensa diaria para la Hemeroteca", explica Bonifacio Bermejo, director de la imprenta.

No dan abasto, especialmente ahora que hay nueve vacantes por jubilación. Cogollor, el maestro premiado, se ha retirado hace cuatro meses. "Solamente para la Hemeroteca tenemos que encuadernar todos los periódicos españoles de un año para otro. Son miles y miles", comenta Bermejo. Existe también una sección de encuadernación artística. Allí escriben los lomos con oro en polvo y preparan los regalos protocolarios. Ninguna visita ilustre de Madrid se va sin un álbum de fotografías empastado y decorado a mano con la ancestral técnica de presión y hierro.

José Luis García Rubio es el más joven del equipo y tiene 37 años. La media se empina sobre los 50 años. "Me conozco de memoria las bibliotecas de los museos de Madrid. Puedo mirar cientos de veces una encuadernación antigua sin cansarme", dice. Ahora está sumergido en los fondos de la Biblioteca Histórica para recolectar las piezas con las encuadernaciones más valiosas para una próxima exposición: "No salgo de mi asombro".

A José Luis no le gustaba estudiar y a los 14 años decidió buscarse un trabajo. Ahora puede demorar horas la creación de un boceto sólo para estirar el placer que le proporciona este trabajo.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

El aprendiz

Vicente Cogollor también comenzó de aprendiz a los 14 años. "Necesitaba las tres pesetas y 15 céntimos que me pagaban. Podía haber encontrado primero un trabajo de barrendero y ahora iría con una escoba. Soy encuadernador por necesidad. La vocación vino después", explica.

La imprenta esconde una salita de exposiciones de las mejores encuadernaciones artísticas de su historia. Una de las joyas es el álbum fotográfico de la visita de la reina Fabiola de Bélgica. El encuadernador tardó dos meses en terminarlo y al final nunca salió de la imprenta. Nadie recuerda por qué no llegó a manos de la soberana.

Las dos vitrinas dobles están cubiertas por un paño opaco para evitar la luz del sol. Las paredes están llenas de carteles de las fiestas de San Isidro desde sus inicios en la década del cuarenta. José Luis no ha escrito ningún libro, pero no le cabe ninguna duda: "Una encuadernación, por muy sencilla que sea, vale más que el libro por el tiempo y la imaginación que empleas".

Imprenta artesanal. Visitas, previa solicitud por escrito a Conde Duque, 9 y 11, 28015 Madrid.

Archivado En