El olvido de Mostar

El sector musulmán de la capital de Herzegovina teme que vuelva la pesadilla tras el fracaso del ultimátum

ENVIADO ESPECIAL El ruido del paso de los aviones de combate que sobrevolaron durante el día de ayer BosniaHerzegovina sustituyó al estruendo de las explosiones en el amanecer de Mostar. Los boletines de noticias de la radio señalaban que Sarajevo estaba tranquila. El ultimátum se había cumplido y r1inguna bomba había caído del cielo. A última hora del domingo eran pocos los que todavía confiaban en que la OTAN bombardearía a los serbios, especialmente después de que el general británico Michael Rose, jefe de los cascos azules en Bosnia-Herzegovina, declarase que pensaba dormir tranquilamente ...

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ENVIADO ESPECIAL El ruido del paso de los aviones de combate que sobrevolaron durante el día de ayer BosniaHerzegovina sustituyó al estruendo de las explosiones en el amanecer de Mostar. Los boletines de noticias de la radio señalaban que Sarajevo estaba tranquila. El ultimátum se había cumplido y r1inguna bomba había caído del cielo. A última hora del domingo eran pocos los que todavía confiaban en que la OTAN bombardearía a los serbios, especialmente después de que el general británico Michael Rose, jefe de los cascos azules en Bosnia-Herzegovina, declarase que pensaba dormir tranquilamente toda la noche.Desvanecido el último atisbo de esperanza, en Mostar vuelve el temor a que se reanude la pesadilla de los últimos nueve meses. Algunos, como el alcalde Smail Klaric, presienten que las fuerzas croatas que controlan el sector occidental de la ciudad pueden descafeinar la mayor ofensiva militar de todos los tiempos. "Si la OTAN hubiera lanzado un ataque contra los serbios, habría tenido un efecto positivo para Mostar, pero ahora, después de comprobar que el ultimátum no ha funcionado, hasta puede que se animen los chetniks que ocupan las montañas", dice Klaric. "La Comunidad Europea suspendió su examen ya hace tiempo, luego la ONU obtuvo el mismo resultado, y ahora, la OTAN también fracasa. A partir de aquí todo es posible".

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Hacia el mediodía cayeron ayer algunos proyectiles en la zona norte de la ciudad y los disparos de los francotiradores se han ido reanudando de manera esporádica, pero lo suficientemente espaciada para no alertar a la población que, desde hace unos días se ha lanzado de nuevo a la calle para respirar, buscar agua o, simplemente, ver el sol.

Las gentes comentan el fracaso de las últimas conversaciones sobre el futuro de Mostar llevadas a cabo en Francfort. "Los croatas no quieren resolver el problema. El 17 de febrero los soldados del Ejército regular de Croacia que combaten en Bosnia tenían que retirarse tras las amenazas de la ONU de aplicar sanciones al régimen de Franjo Tudjman. Sólo el ultimátum, de haberse cumplido, podía haber forzado esta retirada", señala el alcalde de Mostar este.

Entre los miembros de la Armija, Ejército bosnio de mayoría musulmana, que llevan el peso de la defensa de Mostar, el ultimátum de la OTAN era poco menos que un chiste. "Personalmente no me preocupa demasiado que no haya habido ataque aéreo. No es justo que la OTAN no cumpla lo que prometió, aunque estamos acostumbrados a que muchas de las resoluciones aprobadas por la ONU queden imcumplidas", declara un mando de la Armija para la región de Mostar, que considera que todo el mundo deberá asumir su responsabilidad por lo que ocurre en Bosnia-Herzegovina.

"No nos dieron lo que necesitábamos para combatir, ni protección", recuerda. Y agrega con rotundidad: "Un ultimátum sólo es eficaz si se cumple inmediatamente después de haber vencido el plazo. Si al agresor se le da más tiempo, la credibilidad de los que lanzaron el ultimátum cae por los suelos".

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Mostar este sigue siendo una ciudad aislada del mundo. Los dos únicos teléfonos vía satélite son para uso estrictamente militar. La ayuda humanitaria llega con cuentagotas. En los últimos 15 días sólo han entrado siete camiones, según aseguran las autoridades locales. Los habitantes de Mostar entregan cartas a todo extranjero que llega a la ciudad para que las haga llegar a su destino.

La sensación de olvido no la refleja únicamente la escasa presencia de periodistas. Sólo una organización humanitaria -la sección española de Médicos del Mundo- mantiene una oficina permanente en Mostar este. Las grandes agencias como el Alto Comisionado para los Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR) o el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) vienen, inspeccionan y se van. Las 1.376 muertes desde el 9 de mayo, el 80% de la infraestructura de la ciudad destruida o el continuo goteo de refugiados musulmanes que llegan a Mostar este, donde difícilmente encuentran acomodo, tras haber sido expulsados por los croatas, no ha sido suficiente para que la comunidad internacional se movilice como los ha hecho por Sarajevo, al menos.

Nadie devolverá la vida a las víctimas inocentes ni podrá restaurar las joyas arquitectónicas de esta ciudad del siglo XV. Los habitantes de Mostar este tan sólo reclaman que se levante el estrangulamiento a que se hallan sometidos desde la otra orilla del río y hablan todavía de que musulmanes, croatas y serbios podrán vivir juntos en el futuro. El odio tal vez lo impida. Pero no sólo eso. La vergüenza que sienten los croatas honrados que viven en el sector occidental ante los crímenes cometidos por los uniformados del Consejo de Defensa Croata tiene que ser forzosamente un obstáculo para la convivencia pacífica.

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