Cartas al director

Mártires y protomártires

No soy hijo de guardia civil; no soy militar ni, que yo recuerde, nadie en mi familia se dedicó al servicio de las armas. No soy un fascista. Como otros, en mi juventud fui levemente radical y antifranquista. Creo en la democracia y en que, básicamente, es la única forma de vivir una plena convivencia y civilidad. No soy vasco, pero tampoco soy antivasco. Creo en que el desarrollo autonómico, sin los excesos que todos conocemos, puede ser una vía de desarrollo apta para el viejo y obsoleto Estado centralista que, en nuestro caso, tan malos resultados ha dado. Creo, en fin, en que es preciso de...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

No soy hijo de guardia civil; no soy militar ni, que yo recuerde, nadie en mi familia se dedicó al servicio de las armas. No soy un fascista. Como otros, en mi juventud fui levemente radical y antifranquista. Creo en la democracia y en que, básicamente, es la única forma de vivir una plena convivencia y civilidad. No soy vasco, pero tampoco soy antivasco. Creo en que el desarrollo autonómico, sin los excesos que todos conocemos, puede ser una vía de desarrollo apta para el viejo y obsoleto Estado centralista que, en nuestro caso, tan malos resultados ha dado. Creo, en fin, en que es preciso defender el derecho a expresarse libremente incluso del que no piensa como yo.

Pero me ha indignado la injusticia que subyace en el artículo de Luis María Retolaza, el ex consejero del Interior del Gobierno vasco, publicado por EL PAÍS el pasado 13 de diciembre. Deduzco, en síntesis, que para el dirigente del PNV la sangre vertida por una esforzada aunque corta nómina de gudaris tiene un color y -lo que es peor- hasta un valor distinto que la vertida por otros servidores del Estado en el País Vasco en los últimos años. Habría que concluir, de seguir la lógica del artículo del señor Retolaza, que apenas cuenta para él -o no cuenta en absoluto- la sangre vertida por decenas de guardias civiles y de militares en el cumplimiento de las misiones asignadas por el Estado.

Ni una mención para ellos -salvo una levemente despectiva- en esa historia de urgencia de la policía vasca, trufada con toda la imaginería al uso entre los seguidores de Sabino Arana y cargada de esa beatería santurrona que desprenden tan a menudo algunas excursiones ideológicas de los dirigentes de la derecha vascongada. Imperdonable resulta, por otra parte, ignorar que los asesinos de ETA proceden -y cualquier historiador con un mínimo de decencia lo puede atestiguar- del caldo de cultivo ideológico del PNV. Ya se sabe: los hijos de gudaris, en el monte matando chakurras; los papás, en el batzoki, dándole al chikito y a la cosa ideológica y menos sanguinaria.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Que este artículo de reafirmación y de autoconsumo se publique en Deía, pase. Al fin y al cabo, ser vasquista, ya se sabe -lo hemos aceptado a golpe de barbarie y de cansancio-, es una cosa distinta y seguramente mejor que ser extremeño o andaluz. Lo que no entiendo es que EL PAÍS, a pesar de su reconocido liberalismo y tolerancia, acoja, y lo haga de forma tan destacada, la incompleta y hasta indecente hagiografía policial del ex consejero vasco. ¿En qué estaba pensando el jefe de Opinión de su diario cuando decidió publicar esta historia tan sesgada y tan sectaria de la lucha policial contra la ETA?

No le faltarán al señor Retolaza soportes para difundir sus ideas -bien pagados, por cierto, por los maketos del resto de España-, y por eso me pregunto si también era necesario que el periódico que leemos muchos españoles le concediera, con tanta generosidad como falta de criterio, una elevada tribuna para avergonzarnos a todos los que, afortunadamente, no hemos tenido que ponernos la "K" en el nombre o en el apellido para que nos dejen vivir y trabajar en paz los patriotas y korreligionarios de este historiador de baratillo.-

Archivado En