La pena a un pirata informático llega por primera vez a un año de prisión

El Club del Ordenador era una tapadera. No agrupaba a aficionados a los videojuegos precisamente. Su función era encubrir un negocio de piratería informática que ofrecía por unas 5.000 pesetas programas de ordenador que cuestan más de 100.000 en el mercado legal. El único socio del club, Enrique Alapont, ha sido condenado en Valencia a un año de prisión por un delito contra la propiedad intelectual. Se trata de la pena más alta impuesta en España a un pirata informático. Hasta ahora, las condenas se habían quedado en pocos meses de prisión o en multas.Las investigaciones sobre el Club del Orde...

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El Club del Ordenador era una tapadera. No agrupaba a aficionados a los videojuegos precisamente. Su función era encubrir un negocio de piratería informática que ofrecía por unas 5.000 pesetas programas de ordenador que cuestan más de 100.000 en el mercado legal. El único socio del club, Enrique Alapont, ha sido condenado en Valencia a un año de prisión por un delito contra la propiedad intelectual. Se trata de la pena más alta impuesta en España a un pirata informático. Hasta ahora, las condenas se habían quedado en pocos meses de prisión o en multas.Las investigaciones sobre el Club del Ordenador han llevado también a la desarticulación de otra empresa valenciana dedicada a copiar y distribuir ilegalmente programas.

En septiembre de 1989, seis empresas norteamericanas distribuidoras de programas informáticos, y cuyas sucursales españolas radican en Barcelona, comprobaron cómo un llamado Club del Ordenador ofrecía algunos de sus programas a precios irrisorios. Un abogado representante de esas empresas contactó con Enrique Alapont, responsable del mencionado club, haciéndose pasar por posible cliente. Alapont le facilitó un catálogo de sus productos y el letrado compró tres de ellos.

Alapont, maquinista de trenes profesional, pero gran aficionado a la informática, había conseguido varios centenares de disquetes. Un amigo, que los había encontrado casualmente durante el cambio de domicilio de una empresa, se los dejó temporalmente, pero el pirata dispuso de ellos como si fueran propios. Esos disquetes, hallados por azar, ya eran copias ilegales de programas originales.

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