La dureza de Eleuterio y la obediencia de Carlos Hugo

La pareja de secuestradores poseía su propio orden interno. Eleuterio Sánchez, de 30 años, mandaba y Carlos Hugo Blasco García, de 24 años, le seguía. Hasta los empleados de la sucursal de Caja Madrid atracada observaron enseguida esa jerarquía de mando. Quien vocea, amenaza y controla la situación es Eleuterio; Carlos Hugo se limita a obedecer: vigila pistola en mano a los clientes -era la misión que le encargó su jefe-. No rechista hasta que Eleuterio da por concluido el atraco con un "vámonos". Y es que jefe y secuaz poseen afinidades.Ambos cargan con antecedentes policiales, ...

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La pareja de secuestradores poseía su propio orden interno. Eleuterio Sánchez, de 30 años, mandaba y Carlos Hugo Blasco García, de 24 años, le seguía. Hasta los empleados de la sucursal de Caja Madrid atracada observaron enseguida esa jerarquía de mando. Quien vocea, amenaza y controla la situación es Eleuterio; Carlos Hugo se limita a obedecer: vigila pistola en mano a los clientes -era la misión que le encargó su jefe-. No rechista hasta que Eleuterio da por concluido el atraco con un "vámonos". Y es que jefe y secuaz poseen afinidades.Ambos cargan con antecedentes policiales, aunque de Eleuterio no figura ningún registro delictivo en los juzgados de la plaza de Castilla de Madrid. Sí constan delitos de lesiones y amenazas en la ficha judicial de Carlos Hugo. Y este secuestrador, curiosamente, figura como denunciante de dos robos con intimidación.

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Un chaval de Hortaleza

El jefe, Eleuterio Sánchez Campo, alias El Lute, se encontraba en libertad condicional desde hace cuatro meses, cuando abandonó la cárcel de Segovia tras haber cumplido un amplio historial delictivo. La carrera delictiva de El Lute, apodado como el famoso delincuente del franquismo por coincidir en nombre y primer apellido, comenzó en 1979, cuando ingresó en prisión por un pequeño delito. A partir de ahí, su historial se nutre de ingresos y salidas de prisión.

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Menos virulencia presenta la biografía de Carlos Hugo. Ha vivido la mayor parte de su vida en el barrio de San Lorenzo, en Hortaleza. En el piso de su padre -un tasador de seguros-, en la calle de Cali, compartió habitación con sus hermanos.

Hace dos años abandonó esos 60 metros cuadrados. Su familia se mudó a un chalé de Villaviciosa de Odón. Pero en el barrio los vecinos le recuerdan. Hablan de él, como de un chico "despierto y charlador". "Nunca creó problemas", recordaba el portero del inmueble. En el barrio, Carlos convirtió un local de la familia en un pub. Un lugar tranquilo, de música suave y lleno de botellas de marca, que ahora permanece cerrado. "No estaba insonorizado", explicó un asiduo.

Pocos se creían que Carlos Hugo, moreno y de estatura mediana, pudo llevar el terror de un secuestro a una familia de Vallecas. Pero sus antecedentes policiales cuentan una historia distinta a la de quienes le vieron crecer entre el hormigón de la calle de Cali. La ficha dice que ese joven al que le iba la música tranquila estuvo implicado al menos en tres robos con fuerza y dos con intimidación. Lo que no dice es que era un yonqui.

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