Cartas al director

Destrozar el castellano

No sé cuántos son y prefiero ignorar cuáles son sus intenciones. Pero ahí están, excitados, provocativos, acusando a Cataluña de "amenazar al castellano".Y yo digo que la verdadera y temible amenaza que pone en peligro el castellano se extiende por toda la Península, y es lo mal que lo hablan muchos de aquellos que más obligados están a hacerlo modélicamente, por su actividad pú-

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blica, por su cotidiano contacto con el pueblo. Son los políticos y los locutores de radio y televisión, presentadores incluid...

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No sé cuántos son y prefiero ignorar cuáles son sus intenciones. Pero ahí están, excitados, provocativos, acusando a Cataluña de "amenazar al castellano".Y yo digo que la verdadera y temible amenaza que pone en peligro el castellano se extiende por toda la Península, y es lo mal que lo hablan muchos de aquellos que más obligados están a hacerlo modélicamente, por su actividad pú-

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blica, por su cotidiano contacto con el pueblo. Son los políticos y los locutores de radio y televisión, presentadores incluidos, tanto de las cadenas públicas como de las privadas. Buena parte de la culpa de que la juventud hable tan mal la tienen ellos con su desidia y desprecio.

Están destrozando el castellano, y además impunemente. Palabras mal empleadas, tópicos aborrecibles y por si fuera poco mal aplicados, frases mal construidas, muchas veces tan inacabadas como la célebre sinfonía, errores de puntuación en la lectura de noticiarios que equivocan su sentido, pobreza aguda de vocabulario, ignorancia del significado de algunos vocábulos, como, por ejemplo, "redundancia". Dicen "valga la redundancia" cuando no han cometido ninguna. Creen que "redundancia" es usar dos palabras consecutivamente que suenan de forma parecida. Etcétera.

No me resisto a citar dos ejemplos recientemente captados en una transmisión deportiva de Radio Nacional (!!):

"Termina el partido con ausencia de victoria por parte de uno y otro equipo".

"Cabe destacar los aciertos que ha cometido, o sea, puesto sobre el campo".

Sí, el castellano está amenazado. Hay mucho matón suelto, con la más letal de las armas, el micrófono. Algunos de ellos espléndidamente remunerados.-

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