Editorial:

El camino de Puerto Rico

LA RESPUESTA que han dado los electores puertorriqueños ha sido una prueba de sensatez, sobre todo si se tiene en cuenta el marco histórico y económico en el que se encuentra la isla. Las tres opciones entre las que tenían que escoger eran: la independencia de la isla, que obtuvo poco más del 4%; la transformación de Puerto Rico en un Estado más de Estados Unidos, o sea, la solución anexionista, que quedó en segundo lugar, con el 46,2%; y el mantenimiento de la situación actual como Estado Libre Asociado (ELA), mayoritaria, con el 48,4%. Entre las dos últimas opciones citadas, la diferencia no...

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LA RESPUESTA que han dado los electores puertorriqueños ha sido una prueba de sensatez, sobre todo si se tiene en cuenta el marco histórico y económico en el que se encuentra la isla. Las tres opciones entre las que tenían que escoger eran: la independencia de la isla, que obtuvo poco más del 4%; la transformación de Puerto Rico en un Estado más de Estados Unidos, o sea, la solución anexionista, que quedó en segundo lugar, con el 46,2%; y el mantenimiento de la situación actual como Estado Libre Asociado (ELA), mayoritaria, con el 48,4%. Entre las dos últimas opciones citadas, la diferencia no fue grande: 37.000 votos de ventaja de los partidarios del ELA sobre los que defendieron la anexión.Que los independentistas hayan quedado por debajo del 5% a que aspiraban no sorprende. En otras épocas, sobre todo cuando la propaganda presentaba a Cuba como un modelo de libertad y justicia social, el proyecto de un Puerto Rico independiente despertaba ciertos ecos favorables. Pero hoy es cosa del pasado. Ni Cuba, ni tampoco Santo Domingo o Haití, pueden ser para nadie un ejemplo tentador.

Por otra parte, la consulta del domingo no tenía un carácter decisorio, ya que sólo el Congreso de EE UU puede decidir que se modifique el estatuto legal de la isla y que ésta pueda convertirse en un Estado de EE UU. No obstante, la consulta despertó mucha pasión, lo cual se reflejó en una participación elevada, un 74% de los inscritos. El clima de vehemencia se explica sobre todo por el hecho de que esta consulta se inscribe en la larga batalla entre las dos principales formaciones del país, el Partido Nuevo Popular, partidario de la anexión, y el Partido Popular Democrático, que defiende la situación actual.

El primero está encabezado por Pedro Roselló, un político ambicioso, que es actualmente gobernador y que se había comprometido, al ser elegido, a convertir a Puerto Rico en el 51º Estado de EE UU. Cuando ganó hace un año las elecciones para gobernador con un 63% de los votos, parecía sumamente probable que la opción anexionista se impondría en breve plazo. El resultado, a pesar de la pequeña diferencia, ha sido una gran frustración y un fracaso para el gobernador, que se sentía muy seguro de su victoria. Esta seguridad es la que explica que tres ex presidentes republicanos de EE UU (Ford, Reagan y Bush) no hayan dudado en intervenir directamente en la campaña para propugnar la anexión. Ahora quedan en mal lugar. En cambio, Clinton se comprometió a apoyar lo que los electores decidieran, demostrando así un respeto mucho mayor hacia la identidad propia de Puerto Rico y su derecho a escoger su camino.

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La fórmula de Estado Libre Asociado, inventada en 1952, está, dentro de su originalidad, muy bien adaptada a las condiciones especiales en que se halla Puerto Rico. Otorga muchas de las ventajas de ser parte de EE UU -como la moneda común, la defensa, el comercio-, pero al mismo tiempo permite a los puertorriqueños pagar los impuestos a su propia Administración y conservar su identidad cultural. Puerto Rico sigue siendo un país de habla y de cultura hispánicas. Y la última consulta, a diferencia de lo que había ocurrido en 1992 con la elección de Roselló, pone de relieve que el apego a lo español sigue teniendo mucha fuerza.

Es un problema al que el Gobierno español no puede ser indiferente. A pesar de las presiones para imponer el inglés como lengua oficial, sólo el 20% de los puertorriqueños hablan ese idioma. Es una experiencia muy distinta de la de Filipinas, y esta vitalidad del español debe recibir la ayuda de las entidades españolas que tienen por misión fomentar la expansión del castellano.

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