Cartas al director

Esperando a Godot en Sarajevo

Leo en el periódico que Susan Sontag acaba de estrenar en Sarajevo una nueva versión de Esperando a Godot. Sé que a Beckett le hubiera complacido su elección de la ciudad bosnia para representar su obra: Godot tampoco llega a Sarajevo. Pero ella sí. Y por ello me parece que la escritora estadounidense es una persona admirable y un ejemplo a seguir. Mientras los Gobiernos occidentales se debatían entre su temor a intervenir y su mala conciencia al no hacerlo, Susan Sontag no ha vacilado en desafiar la escasez de agua y alimentos, la siniestra puntería de los francotiradores, la metralla ...

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Leo en el periódico que Susan Sontag acaba de estrenar en Sarajevo una nueva versión de Esperando a Godot. Sé que a Beckett le hubiera complacido su elección de la ciudad bosnia para representar su obra: Godot tampoco llega a Sarajevo. Pero ella sí. Y por ello me parece que la escritora estadounidense es una persona admirable y un ejemplo a seguir. Mientras los Gobiernos occidentales se debatían entre su temor a intervenir y su mala conciencia al no hacerlo, Susan Sontag no ha vacilado en desafiar la escasez de agua y alimentos, la siniestra puntería de los francotiradores, la metralla de mortero. Gracias a Susan Sontag, los ciudadanos de Sarajevo han visto que la solidaridad internacional no se limita a los cascos azules y a distantes muestras de indignación; algunos de ellos inclusohan podido acudir al teatro y liberarse, al menos momentáneamente, de la guerra.Por desgracia, pocos de nuestros intelectuales y artistas que dicen indignarse con la campaña de limpieza étnica han acudido a Sarajevo u otras ciudades bosnias en auxilio de sus ciudadanos. Desde hace años, la desidiapolítica, el desconcierto y la falta de conciencia moral dominan el mundo intelectual por encima de todo sentimiento de verdadera solidaridad y justicia. Por eso creo que la representación de Esperando a Godot en Sarajevo constituye un evento de singular importancia: Sontag y todo su equipo de artistas y actores bosnios han indicado a sus colegas de Occidente, con su generoso gesto, uno de los caminos para escapar de la apatía, el silencio y el miedo mostrado por muchos de nuestros intelectuales y artistas: la acción. Porque la acción a escala reducida, a la medida de las posibilidades técnicas de cada uno, puede ser un modo de ir más allá del hasta ahora estéril debate intelectual en torno a la crisis de valores posterior a la guerra fría. Siempre habrá Sarajevos donde esperen, en vano, a Godot. Pero acaso en el futuro, y como ya sucedió en la guerra civil española, otros intelectuales seguirán su ejemplo y no vacilarán en mostrar a sus cínicos Gobiernos, que todavía vale la pena arriesgar la vida por unos ideales.-

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