PARADOJAS DE MUSEO

La memoria de la ciudad lleva 21 años oculta

200.000 hallazgos se agolpan en el Instituto Arqueológico Municipal, cerrado al público en 1972

Un ordenanza del Ayuntamiento comparte recibidor en el Instituto Arquelógico Municipal con la inmensa quijada de un elefante prehistórico encontrado en Orcasitas hace 34 años. Desde hace 21, el museo no tiene ecos de visitantes, salvo algún extranjero que lleva bajo el brazo una guía lo suficientemente antigua como para recomendar un paseo por allí. Cuando eso ocurre, el ujier, pese a que el museo está cerrado, siente pena y franquea: el paso a las tres pequeñas salas -no más de 250 metros cuadrados- en las que se exhiben una quesera del neolítico, una peculiar tumba en forma de vasija -donde ...

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Un ordenanza del Ayuntamiento comparte recibidor en el Instituto Arquelógico Municipal con la inmensa quijada de un elefante prehistórico encontrado en Orcasitas hace 34 años. Desde hace 21, el museo no tiene ecos de visitantes, salvo algún extranjero que lleva bajo el brazo una guía lo suficientemente antigua como para recomendar un paseo por allí. Cuando eso ocurre, el ujier, pese a que el museo está cerrado, siente pena y franquea: el paso a las tres pequeñas salas -no más de 250 metros cuadrados- en las que se exhiben una quesera del neolítico, una peculiar tumba en forma de vasija -donde yacía algún antepasado de los madrileños- o los estucos de una lujuriosa villa romana de Villaverde Bajo, las cerámicas que cocieron hace casi 5.000 años los persas -casi la única excepción en el carácter rotundamente madrileño de la colección- e incluso los platos en los que algún musulmán comió sobre trazos que cantaban las excelencias de Alá o los genuinos orinales que usaban los madrileños del siglo XVII.En 1972, después de 11 años escasos de vida pública, alguien cerró las puertas de aquel pequeño museo: era sólo una muestra de Apenas 800 piezas de las 200.000. El palacete de la Fuente del Berro estaba destartalado y no cabía toda la colección.

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Vasijas solitarias

Hoy hay una cámara de televisión que vigila las puntas de sílex y las vasijas cuneiformes que nadie puede admirar, mientras tres funcionarios miman la colección y la limpiadora pasa el aspirador. Un muchacho se afana frente a un ordenador: lleva más de un año estudiando los restos del Madrid romano para su tesis doctoral y piensa que la colección del desaparecido museo es única. Lo mismo cree la responsable de los museos municipales, Carmen Priego. El instituto se lleva algunas migajas de los 264 millones de pesetas que forman el anémico presupuesto museístico. Sin visitantes, su labor ha consistido en abrir su biblioteca a los estudiosos, editar una revista científica y prestar sus fondos a otros museos.Han pasado 21 años, y mientras tanto el Ayuntamiento se ha gastado 3.000 millones en construir el Museo de la Ciudad y aún sigue sin resolverse el problema del Arqueológico. Dice la directora que la concejal de Cultura, Esperanza Aguirre, ha sugerido trasladar la colección al Museo de San Isidro, en la plaza de los Carros. Otra posibilidad es su mudanza al Cuartel del Conde Duque. Pero sobre la suerte de la memoria genuina de Madrid nada hay decidido.

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