Editorial:

La paz irreversible

EL PASADO 30 de junio concluyó en Washington la décima ronda de negociaciones israelo-palestinas en un ambiente de frustración: las dos partes aseguraban que no se había avanzado nada en el camino de las concesiones mutuas sobre las que deben asentarse la paz en la región y un arreglo político duradero. Y así, se supone que las conversaciones concluyeron con el mismo desacuerdo aparente con que terminaron el 12 de mayo las de la novena sesión. ¿Está todo empantanado como afirman los protagonistas? La respuesta debe ser no. El primer ministro israelí, Isaac Rabin, lo ha expresado hace po...

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EL PASADO 30 de junio concluyó en Washington la décima ronda de negociaciones israelo-palestinas en un ambiente de frustración: las dos partes aseguraban que no se había avanzado nada en el camino de las concesiones mutuas sobre las que deben asentarse la paz en la región y un arreglo político duradero. Y así, se supone que las conversaciones concluyeron con el mismo desacuerdo aparente con que terminaron el 12 de mayo las de la novena sesión. ¿Está todo empantanado como afirman los protagonistas? La respuesta debe ser no. El primer ministro israelí, Isaac Rabin, lo ha expresado hace pocos días: todos, israelíes, palestinos, sirios, jordanos, libaneses, han ido más allá "del punto de no retorno en el camino de la paz".En la ronda de conversaciones concluida la semana pasada el obstáculo insuperable fue la cuestión de Jerusalén. Nadie debe asombrarse de ello, porque todos saben que ése es precisamente el punto más dificil, más intratable y, por ahora, más irresoluble de todo el contencioso. ¿De qué se sorprenden? En esta ocasión, el tema de la ciudad santa ha surgido en el contexto de la discusión sobre el futuro de la autonomía de los territorios ocupados de Gaza y CisJordania. Las conversaciones se bloquearon porque israelíes y palestinos no consiguen ponerse de acuerdo sobre el grado de jurisdicción territorial que adquirirán estos últimos en los territorios autónomos ("funciones administrativas", según Israel; "áreas de responsabilidad", según palestinos ' y estadounidenses), pero, sobre todo, por la disputa en torno a si Jerusalén debe quedar incluida en estos arreglos o no.

Washington ha sometido a ambas partes una propuesta para convencerles de que pasen de "conversar" a "negociar" un estatuto de autonomía de los territorios ocupados que dé paso eventual a la plena soberanía. El documento propone que el tema de la extensión del régimen de autonomía a Jerusalén oriental -ocupada a los palestinos por Israel tras la guerra de los seis días, en 1967- sea discutido sólo a partir del tercer año de instauración del Gobierno autonómico en Gaza y CisJordania. El Gobierno de Israel se niega siquiera a considerarlo.

¿Estaría la solución en introducir algún concepto de coexistencia, de soberanía compartida o simbólica, (le autonomía extraterritorial de que pudieran gozar los palestinos en Jerusalén? De ello hablaron el presidente egipcio, Mubarak, y el ministro de Exteriores israelí, Simón Peres, el pasado martes. Pero otros miembros del Gobierno israelí lo rechazan. Se olvida Con frecuencia que en Israel hay un Gobierno de coalición en el que es posible manifestar opiniones contrarias a las del primer ministro o del responsable de Exteriores.

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Si admitimos que el tema de Jerusalén es insoluble por el momento, la oportunidad de paz será tanto mayor cuanto más se retrase su discusión. ¿Por qué ha de ser entonces imposible progresar en el resto? Anteayer, Yasir Arafat, líder de la OLP, afirmó que el documento norteamericano "puede servir de base para negociar". Y Peres ha dicho: "Soy optimista". ¿Por qué no vamos a serlo todos los demás?

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