Tribuna:

Mañana

Si mañana vas al campo para reflexionar, no dejes de acercarte a ver los árboles, que a lo mejor te ocurre algo divertido. Debajo de un árbol, por ejemplo, se ahorcó Judas y perdimos el paraíso terrenal; debajo de un árbol descubrió Newton la ley de la gravedad y salió Buda del sobaco de su madre; debajo de un árbol se celebró la histórica merienda del PSOE, y debajo de un árbol aguardaba el vellocino de oro a los esforzados argonautas. Por cierto, que también debajo de un árbol se aparece la Virgen todos los primeros sábados de mes en El Escorial (mañana mismo).Los árboles son tan importantes...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Si mañana vas al campo para reflexionar, no dejes de acercarte a ver los árboles, que a lo mejor te ocurre algo divertido. Debajo de un árbol, por ejemplo, se ahorcó Judas y perdimos el paraíso terrenal; debajo de un árbol descubrió Newton la ley de la gravedad y salió Buda del sobaco de su madre; debajo de un árbol se celebró la histórica merienda del PSOE, y debajo de un árbol aguardaba el vellocino de oro a los esforzados argonautas. Por cierto, que también debajo de un árbol se aparece la Virgen todos los primeros sábados de mes en El Escorial (mañana mismo).Los árboles son tan importantes en la historia de la humanidad que los pueblos suelen adoptarlos como símbolo de su fundación o independencia. Por eso, siempre que uno va al campo debería acercarse a ver los árboles y aprender algo de ellos. Los manzanos son buenos para la perdición y los descubrimientos (Adán/Newton), mientras que los castaños resultan excelentes para ahorcarse (Judas). La higuera es muy buena para protegerse del sol, pero es peligroso quedarse dormido porque su sombra actúa sobre el sueño de un modo que te vuelve loco (Maupassant). El fresno resulta el más indicado para las apariciones marianas (El Escorial), y, en fin, la acacia es un comodín: lo mismo sirve para reflexionar que para dormir, además de ser un excelente paraguas durante las tormentas, pues no atrae, como el abedul o el pino, los rayos.

Por mucho que uno haya oído hablar de los árboles, o aunque los aya mirado incluso desde el tren, siempre impresionan cuando se ven de cerca, porque tienen, según Descartes, la forma del conocimiento humano, cuya savia son las palabras. Su único defecto es que a veces no nos dejan ver el bosque, del mismo modo que las palabras nos ocultan la idea.

Sobre la firma

Archivado En