Aristócratas posmaoístas

Los colegios y universidades privadas crecen en China con la nueva política económica

El acelerado desarrollo de las reformas económicas en China ha traído consigo cambios sustanciales en el sistema educativo, que comienza a apartarse del ideal maoista de educación gratuita para todos. Las reformas pretenden hacer frente a la nueva situación, a ese curioso híbrido que se ha dado en llamar economía socialista de mercado. Pero la transformación más sustancial en el ámbito político se refleja en la proliferación en los últimos años de escuelas y universidades privadas en Pekín y otras grandes ciudades.

El Estado ha recortado progresivamente las subvenciones a las universida...

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El acelerado desarrollo de las reformas económicas en China ha traído consigo cambios sustanciales en el sistema educativo, que comienza a apartarse del ideal maoista de educación gratuita para todos. Las reformas pretenden hacer frente a la nueva situación, a ese curioso híbrido que se ha dado en llamar economía socialista de mercado. Pero la transformación más sustancial en el ámbito político se refleja en la proliferación en los últimos años de escuelas y universidades privadas en Pekín y otras grandes ciudades.

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El Estado ha recortado progresivamente las subvenciones a las universidades, que, agobiadas, se han visto obligadas a admitir, sin necesidad de pasar examen, un nuevo género de estudiantes. Éstos, con dinero para pagar su matrícula, no son el resultado de una selección estatal, ni contarán con la seguridad de un trabajo.Con esta medida, el Estado ha conseguido matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, ha aliviado la carga de su financiación a la educación, y por otro, se libra, al menos en parte, del agrio compromiso de garantizar un trabajo y un sueldo una vez acabados los estudios. El nacimiento de una élite de pequeños empresarios económicamente potentes ha creado nuevas exigencias también en el terreno de la educación. La norma, todavía vigente, de un único hijo por familia, contribuye también a que los padres centren todos sus recursos y su atención en la formación y el bienestar de su retoño.

Progresivamente, en las grandes ciudades como Pekín, Nanjing o Shanghai han surgido escuelas privadas, alternativas a la masificada educación estatal, que ya no llega a cubrir las necesidades que exige la pujante competitividad en la nueva sociedad china. Según los últimos datos oficiales, existen por lo menos 17 universidades privadas, 54 escuelas de enseñanza media y 655 escuelas de enseñanza básica repartidas por todo el país. Se las conoce como escuelas para aristócratas, por sus altos costes. Muchos de estos centros, dirigidos a los vástagos de los nuevos capitalistas rojos, imparten su educación en inglés y cuentan con profesores seleccionados con esmero, cuyos salarios son también muy superiores a los de los contratados por el Estado. La matrícula de estas escuelas de enseñanza media puede superar los 25.000 yuanes por curso (el equivalente a unas 300.000 pesetas), siendo el salario medio en las ciudades de unos 400 yuanes.

El cointenido de las clases también ha sufrido transformaciones, sustituyendo las asignaturas como Historia del Partido Comunista por otras más propias de los tiempos que corren, como lenguas extranjeras o Informática.

Demanda universitaria

Las universidades privadas anuncian también cursos especiales sobre Industria, Administración de Empresas y Arquitectura, terrenos en los que existe una creciente demanda.

Estos centros, que rompen por primera vez el monopolio de la enseñanza estatal, tienen carácter laico. Muchos cuentan ya con el respaldo de la financiación extranjera, sobre todo de Hong Kong. En la prometedora zona especial de Pudong, en Shanghai, se ha aceptado también la inversión de Estados Unidos para crear una universidad.

La prensa ha dado gran publicidad a la foto del primer chino propietario de un Ferrari último modelo. Y es que la consigna desvelada por Deng Xiaoping el año pasado de "hacerse rico es glorioso" ha eclipsado por ahora la esencia del Libro Rojo.

Pero mientras en las ciudades se intenta mejorar la formación de los niños, en el campo se agravan los problemas de la explotación infantil. Cada vez es más frecuente la visión de niños pidiendo limosna en calles y estaciones, privados de educación y sometidos a trabajos de adultos. El nuevo sistema de responsabilidades, con su principio de "a más rendimiento, más salario", coincide paradójicamente en sus intereses con los tradicionales planteamientos de una familia numerosa, en contradicción con la política oficial del hijo único. Las familias intentan aumentar su prole, aunque sea a costa de pagar una y otra multa, conscientes de que ello significa un aumento de la capacidad laboral familiar futura.

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