"Lo siento, no contratamos gitanos"

"No hay quien pueda. Aquí está la mecha puesta", le dijo un día el viejo Francisco Cámara al gerente del Consorcio, José Luis Gómez. Francisco lleva sombrero y habla seguro. Vive desde junio en La Rosilla, un poblado de 88-viviendas, situado en las afueras de Vallecas Villa que ayer, lunes, recibió su último inquilino. El 15% de sus habitantes son payos, el resto gitanos'La Rosilla, conocida también como Los Pitufos, por las pinturas con las que están decoradas sus casas, ha sido durante cuatro meses un sitio de aire puro, una realidad tan coloreada como las casitas bajas. Hasta que volvieron ...

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"No hay quien pueda. Aquí está la mecha puesta", le dijo un día el viejo Francisco Cámara al gerente del Consorcio, José Luis Gómez. Francisco lleva sombrero y habla seguro. Vive desde junio en La Rosilla, un poblado de 88-viviendas, situado en las afueras de Vallecas Villa que ayer, lunes, recibió su último inquilino. El 15% de sus habitantes son payos, el resto gitanos'La Rosilla, conocida también como Los Pitufos, por las pinturas con las que están decoradas sus casas, ha sido durante cuatro meses un sitio de aire puro, una realidad tan coloreada como las casitas bajas. Hasta que volvieron los trasiegos de muchachos en chándal a buscar su dosis de caballo, pasado el mes de octubre.

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"Aquí no se puede vivir", dice al sol del invierno un gitano de ojos azules que tiene las manos cortadas de trabajar. No quiere dar su nombre, pero protesta como protestan los que no trapichean con droga. En junio vino desde Altamira y es de los pocos que ha conseguido un trabajo decente. "Es candidato para que le den un piso". Al hombre pelo negro y unos 30 años, se le ilumina la cara. "Sí, yo lo prefiero; ¿qué pasará cuando mis hijos sean mayores?".

Ahora se aplica en construir el edificio que albergará la guardería de la Rosilla. "Es gitano, pero como si no lo fuera", dice, como si lanzase un cumplido, el jefe de obras.

"La culpa es de todos"

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Pero no todos los del poblado, han tenido la suerte del hombre, de los ojos azules. "Hicimos una bolsa de trabajo de unos treinta hombres y les llevamos de la, mano al polígono industrial que está ahí enfrente", dice el coordinador del Consorcio en este poblado, Pedro Navarrete. "Y dijimos: 'aquí, un empresario; y aquí, un trabajador'. Y nos dijeron: 'Lo sentimos mucho, pero no contratamos gitanos".

Querían trabajo, y no lo tenían. Empezaron a llegar recibos, y la droga volvió a aparecer en octubre, según Navarrete, quien dice que el 40% de los inquilinos que viven en la Rosilla desde junio -14 familias de Pies Negros y 23 de Altamira- trafican. "Tenemos un caso de una mujer que no había pasado droga nunca y aquí ha empezado". Pero en este panorama negro hay un dato esperanzador: los niños se han integrado muy bien en los colegios de la zona.

Navarrete cree que la culpa del mercadeo de droga la tiene todo el mundo. "La policía debe acabar con el trapicheo, aquí es muy fácil; y habría que primar a los empresarios de la zona para que empleen a los marginados" reflexiona. Vecinos de La Rosilla: y de la asociación La Defensa, de Vallecas Villa, han solicitado una reunión conjunta con el delegado del Gobierno para abordar el problema.

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