"Un monopolio de artículos exoticos"

"Un monopolio, para ser viable, debe recaer sobre artículos exóticos", decía José Calvo Sotelo, a la sazón ministro de Hacienda del Gobierno de Primo de Rivera, en 1927. "Además", apuntaba, "el petróleo en España está monopolizado de hecho por los dos grandes trusts internacionales, la Standard Oil y la Shell, que desde 1925 se reparten amigablemente los beneficios del mercado español".El ministro de la derecha ya había puesto en marcha el monopolio petrolero y la Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleos, SA (CAMPSA), que creó a pesar de las presiones que Henry Deterling, presidente d...

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"Un monopolio, para ser viable, debe recaer sobre artículos exóticos", decía José Calvo Sotelo, a la sazón ministro de Hacienda del Gobierno de Primo de Rivera, en 1927. "Además", apuntaba, "el petróleo en España está monopolizado de hecho por los dos grandes trusts internacionales, la Standard Oil y la Shell, que desde 1925 se reparten amigablemente los beneficios del mercado español".El ministro de la derecha ya había puesto en marcha el monopolio petrolero y la Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleos, SA (CAMPSA), que creó a pesar de las presiones que Henry Deterling, presidente del Royal Dutch-Shell, hizo a su jefe de Gobierno y a él mismo (las crónicas de la época cuentan que le recibió de pie y no le invitó a sentarse). La Shell, como la Standard, fue expropiada y 11 convenientemente" indemnizada, y Deterling se quedó sin sus bienes peninsulares de España.

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Los activos expropiados quedaron en manos del Estado. En 1984, con la incorporación a la CE en puertas, el Estado los vendió a Campsa por 103.000 millones de pesetas. Posteriormente, el Instituto Nacional de Hidrocarburos (INH), principal accionista de la compañía, lanzó una OPA y se quedó con el 98%. El paso siguiente consistió en la segregación de los activos de Campsa para su cesión a las empresas refineras españolas y, al mismo tiempo, el reparto de capital entre éstas.

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