LA BATALLA POR LA CASA BLANCA

Bush las teme más que al desempleo

Las encuestas indican que el electorado femenino apuesta por el cambio

El presidente norteamericano, George Bush, tiene más miedo a las mujeres que a las cifras de desempleo. Según las últimas estadísticas, el electorado femenino es el grupo que en mayor proporción va a votar en contra del candidato republicano. Irritadas por el tratamiento machista que sufrió Anita Hill cuando denunció las presuntas agresiones sexuales cometidas por su antiguo jefe, el magistrado del Tribunal Supremo Clarence Thomas, y rabiosas por las amena zas conservadoras de recortar el derecho al aborto, las mujeres norteamericanas han dejado en segundo plano su ideología política para apoy...

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El presidente norteamericano, George Bush, tiene más miedo a las mujeres que a las cifras de desempleo. Según las últimas estadísticas, el electorado femenino es el grupo que en mayor proporción va a votar en contra del candidato republicano. Irritadas por el tratamiento machista que sufrió Anita Hill cuando denunció las presuntas agresiones sexuales cometidas por su antiguo jefe, el magistrado del Tribunal Supremo Clarence Thomas, y rabiosas por las amena zas conservadoras de recortar el derecho al aborto, las mujeres norteamericanas han dejado en segundo plano su ideología política para apoyar al candidato que mejor defienda sus derechos.

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Renaciendo sobre las cenizas del feminismo, 57 millones de mujeres se han constituido este año electoral en el factor más importante dentro de los grupos sociales que el próximo 3 de noviembre acudirán a las urnas. "Mayor que el voto de los granjeros, mayor que el voto de los sindicalistas, mayor que el voto de los negros, los católicos o los jubilados es el de las mujeres", explicaba el Wall Street Journal en un artículo en el que analizaba la ira de las mujeres trabajadoras contra la actual Administración. Según las encuestas de la pasada semana, las mujeres, que suponen más del 52% del total de los votantes, apoyan a Clinton, con 16 puntos de ventaja por encima de Bush."Las mujeres tenemos que trabajar el doble para conseguir la mitad de lo que consiguen los hombres. Afortunadamente, no nos resulta muy díficil", se lee en un cuadrito enmarcado en el des pacho de Manhattan de la abogada Jane O'Sullivan. Jane, de 35 años, reconoce que padece el sentido de culpabilidad que los republicanos le han "metido en la cabeza" por empeñarse en "ser profesional, madre y esposa" y se queja de la campaña de valores familiares de los republicanos "con la que intentan recortar mis libertades más íntimas".

Si se tiene en cuenta que Bill Clinton le ofrece un mejor espejo en el que reflejarse y apoya el derecho al aborto como- una decisión meramente femenina de la que el Estado debe mantenerse al margen, no resulta sorprendente que Jane confiese que por primera vez en su vida va a votar por los demócratas. Mientras los republicanos centran su campaña política en culpar a las mujeres de la desintegración familiar, los demócratas las presentan como las víctimas de los desmanes del reaganismo y del continuista mandato de Bush.

Ni siquiera en Estados Unidos, una de las civilizaciones más desarrolladas del planeta, la vida es fácil para las mujeres. A pesar de que el 58% de la población femenina está integrada en el mundo laboral, una cifra nada despreciable si se compara con el 20% de mujeres que en 1960 realizaba algún tipo de trabajo en Estados Unidos, todavía ganan comparativamente menos que sus compañeros varones. Las trabajadoras femeninas cobran 72 centavos por cada dólar que, se paga a los hombres, y aunque este récord se considera un éxito histórico, las electoras no se sienten satisfechas con sus avances, en el terreno social.

Malos tratos en el hogar

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Las representantes de las organizaciones feministas consideran que hasta que no haya más mujeres en el proceso político no se contará con defensores de peso en la batalla por sus derechos. Tan sólo dos senadoras, de un total de 100 representantes, se sentaban en la Cámara Alta cuando el pasado mes se presentó ante el Senado el informe sobre la violencia doméstica en Estados Unidos. Dos mujeres y 98 hombres escucharon, pues, las cifras del documento, que recoge más de un millón de denuncias oficiales por malos tratos en el hogar y estima que la cifra real de casos puede ascender hasta los cuatro millones.

Esta exigua representación femenina en los órganos legislativos puede también variar este año, que empieza a ser conocido por "el año de la mujer" debido a que en esta convocatoria electoral se han batido todos los récords en el número de candidatas que se presentan en las paralelas elecciones al Congreso. Aunque George Bush les ha deseado públicamente que pierdan "porque en su mayoría son demócratas", la intención de voto apunta a que las candidatas van a contar con un amplio respaldo popular.

La entrada masiva de las mujeres en el mundo del trabajo y su preocupación tanto por la igualdad económica como por el cuidado de sus hijos están consolidando un nuevo tipo de feminismo alejado de cualquier radicalización de antaño. Tal y como explicaba una columnista de The New York Times, las quejas de las mujeres ya no pueden seguir siendo tomadas como el fruto de unas "histéricas lloronas". "Los chicos buenos americanos deben dejar de culpar a las víctimas de sus abusos y poner freno a ese juego por el que dan por asumido que cualquier mujer con seso debe enfrentarse al hombre como si se tratara de una pistola cargada", añadía la periodista. "La gente lleva pronosticando la muerte del feminismo desde hace años. Como cualquier corredor de fondo, ha esperado el viento de cola".

Exceptuando al candidato presidencial Ross Perot, que con su ya tradicional sentido de la desmesura declaró en el último debate electoral que, "como todo el mundo sabe, las mujeres tienen más talento que los hombres", los otros dos candidatos han sido menos directos a la hora de agradar a las votantes. Tanto Bush como Clinton han dejado que fueran sus propias mujeres las que hablaran por ellos. Barbara Bush saltó a la tribuna política en la convención republicana para rentabilizar sus canas y el respeto que le ha valido ser considerada como "la abuela de América" para promocionar a su marido como "el hombre más honesto, inteligente y bueno" que ha conocido.

A pesar de que las encuestas demostraban que los votantes no compartían su mensaje, la primera dama ha concedido todo tipo de entrevistas para convencer a los norteamericanos de que no puede haber mejor presidente que el actual. La mujer de Bush ha sido tan importante en estas elecciones como para que muchos la consideraran como una de las bazas electorales del presidente junto con James Baker.

Por su parte, Hillary Clinton representa a la mujer moderna y profesional. La dureza con la que ha sido recibida prueba la falta de preparación de los norteamericanos para aceptar a una mujer agresiva en sus vidas. A pesar de contar a su favor con un brillantísimo expediente que la ha llevado a figurar en la lista de los 100 mejores abogados de Estados Unidos, Hillary ha tenido que reprimir su carácter para no asustar a los electores.

La mujer de Clinton, que gana cuatro veces más que su marido como gobernador de Arkansas, ha sustituido sus explosivas declaraciones feministas del principio de campaña ("voten por Clinton y nos tendrán a los dos por el precio de uno") por una imagen mucho más suavizada de madre y esposa. La estrategia demócrata ha dado frutos y la abogada ha aumentado su popularidad y, en consecuencia, ha favorecido las expectativas de su marido. La actitud inicial de la mujer de Clinton, prototipo de una profesional de éxito, irritó a las amas de casa norteamericanas cuando, para defenderse de los ataques contra la ideología que ha mantenido durante su carrera legal, dijo: "Imagino que todo esto no hubiera pasado si me hubiera quedado en casa haciendo galletas".

Barbara Bush aprovechó el desliz de la consorte del oponente de su marido para instaurarse en defensora de las amas de casa y se declaró orgullosa de dedicar su vida a su familia y a su cocina. La polémica alcanzó tal magnitud que una revista solicitó a la primera dama y a la mujer del candidato demócrata que enviarán una receta para sus lectores. La fórmula de Hillary fue la que ganó el concurso cuando se descubrió que la de Barbara Bush no era fruto de sus artes culinarias, sino obra del jefe de cocina de la Casa Blanca.

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