Editorial:

El peor fanático

LA DETENCIÓN en Lima de Abimael Guzmán, fundador y líder del grupo maoísta Sendero Luminoso, y de su cúpula dirigente, era inevitable. Toda organización terrorista tiende inexorablemente al desmantelamiento: no puede mantener la tensión necesaria de forma indefinida, no puede eludir para siempre la acción policial y judicial en el limitado espacio nacional y acaba por enajenar incluso a los grupos -marginales o no- que la respaldan, La única incógnita es el tiempo que tarda en ser derrotada, es decir, el número de víctimas que deja tras de sí: Sendero Luminoso ha causado más de 27.000 muertos ...

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LA DETENCIÓN en Lima de Abimael Guzmán, fundador y líder del grupo maoísta Sendero Luminoso, y de su cúpula dirigente, era inevitable. Toda organización terrorista tiende inexorablemente al desmantelamiento: no puede mantener la tensión necesaria de forma indefinida, no puede eludir para siempre la acción policial y judicial en el limitado espacio nacional y acaba por enajenar incluso a los grupos -marginales o no- que la respaldan, La única incógnita es el tiempo que tarda en ser derrotada, es decir, el número de víctimas que deja tras de sí: Sendero Luminoso ha causado más de 27.000 muertos en sus 12 años de acción. Y Guzmán ha sido el peor, el más brutal de los fanáticos, porque, además de provocar sufrimiento, ha contribuido a empeorar la situación de un país ya muy debilitado por la pobreza y la desintegración social.Sendero Luminoso inició su guerra popular en 1980. Se trataba de poner en jaque al Estado peruano, desmantelar su estructura social y económica y erosionar su dominio hasta sitiarle y derrotarle en la capital. Una de las connotaciones mas escandalosas de toda la historia de Sendero es que esta batalla de más de una década no habría sido posible sin el apoyo de capital y recursos externos estrechamente ligados al narcotráfico y con ramificaciones en el Ejército y la Administración.

Desde el golpe de Estado del pasado abril, la situación económica y social que había invocado Fujimor¡ para justificar su acción había empeorado. Ello había reforzado la audacia de Guzmán y sus fanáticos, cuyas provocaciones buscaban precisamente la deslegitimación de las instituciones democráticas. Esa audacia se había manifestado en el desafío directo al poder planteado en la capital, Lima, y en la ampliación del campo de sus víctimas potenciales a todas las personas o colectivos que no se plegasen a sus amenazas; el asesinato de María Elena Moyano, animadora del movimiento vecinal en la periferia de Lima, simboliza esa locura: sólo alguien que odie tan profundamente a sus semejantes como debe de hacerlo ese increíble "Presidente Gonzalo" ahora apresado, puede considerar liberador a un proceso que se fundamenta en miles de crímenes como ése.

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